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Una refugiada trans en Berlín combate la transfobia en Chile

Enrique Anarte
6 de agosto de 2020

Carolina Espinoza podría ser la primera persona trans chilena a la que Alemania otorgue asilo. Cada vez son más las personas transgénero que huyen de la violencia en Latinoamérica.

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La activista trans chilena Carolina Espinoza, en Berlín
La activista trans chilena Carolina Espinoza, en BerlínImagen: DW/E. Anarte

Cuando Carolina Espinoza nació, allá por 1987, Augusto Pinochet todavía sostenía las riendas de la dictadura. Entre otras incontables violaciones de derechos humanos, ese régimen militar persiguió, torturó y asesinó a personas LGBTI , aunque paradójicamente también se produjeron durante aquellos años oscuros los primeros cambios de nombre y sexo registral en certificados de nacimiento. La biografía de Carolina Espinoza ha sido, de alguna manera, la de una democracia chilena en -lento- proceso de apertura social. Pero es de este Chile, muy distinto al que dejó el dictador, del que ha decidido huir esta mujer de 32 años. Escapar para vivir su identidad de género libre de discriminación y violencia.

En noviembre del año pasado, Espinoza solicitó el asilo en Alemania, lo cual todavía está pendiente de resolución. La Oficina Federal de Migración y Asilo alemana ha indicado a DW que no publica el dato de cuántas solicitudes de asilo son reconocidas por razones de orientación sexual y orientación de género. No obstante, según datos no oficiales recogidos por las organizaciones civiles que les apoyan, de tener éxito, Espinoza sería la primera mujer trans de origen chileno en obtener asilo en Alemania.

Carolina Espinoza acaba de solicitar el asilo en Alemania, pues cree que su vida corre peligro en Chile
Carolina Espinoza acaba de solicitar el asilo en Alemania, pues cree que su vida corre peligro en ChileImagen: DW/E. Anarte

Su historia es la de una toda una generación de mujeres trans que no vivió la dictadura, pero tuvo que sobrevivir como pudo en una sociedad que todavía no había aprendido a respetar. "Con 17 años empecé a ir a las reuniones del sindicato de trabajadoras sexuales trans porque, aunque no podía estar dentro de su nómina por ser menor de edad, me regalaban preservativos, que al fin y al cabo eran mi herramienta de trabajo”, cuenta Espinoza en esta entrevista con DW. "La única opción que teníamos era salir a la calle y ejercer el trabajo sexual”.

De todas las escuelas, recuerda, la expulsaban. Sufría maltrato por parte tanto de alumnos como de profesores. Contra todo pronóstico consiguió terminar la secundaria y estudiar cosmetología, estética y masoterapia en un instituto de formación profesional. "Pero ni con mi título pude ejercer mi trabajo”, lamenta. Solo quedaba la calle. Y aunque ahora dedica parte de su activismo a defender los derechos de quienes ejercen laboralmente la prostitución, no era su vocación: "Yo no quería ser trabajadora sexual”, reconoce Espinoza. "El trabajo sexual tiene que ser una opción, no el único camino”.

Su camino ha sido un camino plagado no solo de obstáculos, sino también de violencia: en el sistema educativo, en la sanidad o incluso con las propias fuerzas de seguridad. "Yo no quiero que nuevas generaciones tengan que marcharse de casa o irse a la calle para poder sobrevivir, para tener un plato de comida o un lugar donde dormir”, afirma la chilena.

Durante años estuvo a merced de la voluntad de cada uno para ser tratada conforme al nombre y el sexo con el que se identifica. Una cirugía de reasignación genital no bastó para que las autoridades reconocieran su identidad femenina. Fue necesario, además, poner en marcha una demanda civil al Estado chileno que demoró tres años. Hasta los 27 años no la dejaron -legalmente- llamarse Carolina.

Pero ahora las cosas han cambiado radicalmente en Chile, al menos en parte. Una ley aprobada en 2019 y que entró en vigor este año convierte el cambio de nombre y sexo registral en un proceso administrativo. La ley está inspirada en el ejemplo pionero de Argentina, que reconoció ya en 2012 el principio de autodeterminación de género.

Pese a los avances legales, las denuncias de crímenes contra la comunidad LGBTI no han dejado de crecer en los últimos años
Pese a los avances legales, las denuncias de crímenes contra la comunidad LGBTI no han dejado de crecer en los últimos años

Un giro copernicano, pero que no lo es todo. Espinoza y el resto de la comunidad transgénero piden una ley integral trans que labre el camino hacia una igualdad real en ámbitos tales como la educación, la salud o la vivienda. Especialmente urgente les parece una pensión reparatoria para las personas trans mayores: "A una persona trans que tiene 50 años, modificar su nombre y el sexo registral no le va a cambiar en nada la vida”, explica Espinoza. "Esa persona ya sobrevivió la dictadura militar de Pinochet, ya tiene la violencia naturalizada en su cuerpo, probablemente lleve desde los 13 o 14 años realizando el trabajo sexual en la calle y con toda seguridad esté empobrecida porque ya no tiene la energía ni el cuerpo para poder prostituirse”, recuerda la activista. "A esas personas no hay que olvidarlas”. En América Latina y el Caribe, la esperanza de vida de las personas trans es de 35 años.

Una nueva vida en la "capital LGBTI de Europa”

Pese a los avances en Chile, Espinoza ha decidido que lo más seguro es solicitar la protección de Alemania y seguir con su vida en Berlín. Cada vez que los funcionarios de asilo le decían que "Chile es un país seguro”, ella respondía mostrando los episodios de violencia transfóbica que lleva documentando desde adolescente. Además, la situación para los activitas de derechos humanos como ella, en su opinión, ha empeorado desde el estallido social de octubre: "Mi vida corre peligro si regreso ahora a Chile, soy un blanco muy fácil de capturar”.

Cada vez son más los refugiados LGBTI latinoamericanos en Alemania y cada vez son más también las personas trans de la región que buscan salvar la vida a este lado del Atlántico; la mayoría viene de países como Brasil, Honduras o Colombia. Por ahora, Carolina Espinoza está a la espera de una respuesta que se ha retrasado por la pandemia del nuevo coronavirus. Si su solicitud de asilo es rechazada, tiene derecho a apelar. Pero, en cualquier caso, se muestra optimista respecto a sus posibilidades de empezar una nueva vida en la que ella considera la "capital LGBTI de Europa”.

Sim embargo, su lucha por los derechos trans en Chile no se acaba. Sigue trabajando con sus compañeras en organizaciones locales chilenas y en la RedLacTrans, de ámbito regional. No sabe cuándo podrá poner los pies en su país natal de nuevo, pero espera que para entonces hayan cambiado muchas cosas: "Chile vende al exterior una imagen de que es un país abierto, que tiene una economía estable, que es el oasis de Latinoamérica; todos tienen que seguir el mdoelo chileno. Pero en realidad todo eso es una mentira, es una cortina de humo que el estallido social de octubre desenmascaró”.

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