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Venezuela: violencia caótica vs. violencia organizada

5 de abril de 2017

De cara a los sucesos registrados este 4 de abril en Venezuela, DW habló sobre la noción de “monopolio de la violencia” con Jonas Wolff, director del departamento Gobernanza y Paz Social del instituto PRIF, de Fráncfort.

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Venezuela Proteste in Caracas
Imagen: picture-alliance/AP Photo/F. Llano

Este martes (4.4.2017) en la capital venezolana, los parlamentarios de la oposición y sus seguidores fueron reprimidos por la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) cuando protestaban pacíficamente contra el Gobierno del presidente Nicolás Maduro y contra el golpe de Estado jurídico perpetrado por magistrados de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.

Pero, además, los manifestantes fueron atacados por "colectivos chavistas”, descritos por el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, como las "fuerzas civiles de choque al servicio del régimen”. No obstante, más de un ciudadano ofreció resistencia, dejando en el aire la impresión de que o las fuerzas de seguridad venezolanas están perdiendo su aura de autoridad o el monopolio de la violencia se está diluyendo en ese país.

Protestas en Venezuela

Factor clave: la legitimidad

"Como idea, el ‘monopolio estatal de la violencia' no supone únicamente que el uso de la coacción y el control de los medios para ejercer la fuerza en un territorio estén reservados exclusivamente para los poderes públicos. Ese monopolio se refiere –y aquí cito a Max Weber– al uso legítimo de la violencia y depende, por lo tanto, de que el Estado mismo y sus órganos sean percibidos como legítimos por la población de ese territorio.

En una situación como la de Venezuela, donde el Ejecutivo no reconoce la autoridad del Parlamento ni éste la del tribunal de más alto rango y donde las instituciones sólo son respetadas por oficialismo u oposición dependiendo de si el uno o el otro las dominan, se pierde esa legitimidad estatal fundamental”, explica Jonas Wolff, investigador del Instituto para la Investigación de la Paz (PRIF), con sede en Fráncfort del Meno.

"Bajo esas condiciones, no es de extrañar que las fuerzas de seguridad –que actúan por encargo y/o fiscalizados por los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial– presenten problemas de legitimidad también, o que la violencia sea ejercida con frecuencia por individuos o grupos ajenos a sus filas, o que futuros enfrentamientos, en el marco de manifestaciones a favor y en contra del Gobierno, adquieran visos violentos.

El problema básico es que no hay una instancia nacional reconocida unánimemente para la resolución de conflictos”, agrega Wolff, quien también es director del departamento Gobernanza y Paz Social del PRIF. Al explosivo cóctel venezolano se suma la amenaza representada por los "colectivos chavistas”, las células móviles, civiles y armadas mencionadas por el secretario general de la OEA.

"Es posible que se llegue a un plano de violencia organizada"

"En circunstancias normales, en un Estado con un monopolio de la violencia legítimo, las fuerzas de seguridad nacionales entran en acción para poner coto a la actuación de grupos armados paraestatales, sean opositores, insurgentes, criminales, parapoliciales o paramilitares. Pero si el Estado no es capaz de responder, no está dispuesto a hacerlo o incluso participa indirectamente en fomentar a esos actores, se corre el riesgo de una intensificación de la violencia.

En este caso, no me refiero a una guerra civil clásica, sino a una espiral de violencia caótica, al choque de grupos cuyos líderes se mueven en la sombra, apertrechados o no con armas de gran potencia, que se culpan mutuamente por el agravamiento de la pugna. Llegado a ese punto, quedaría ver cómo se posicionan y actúan las Fuerzas Armadas”, dice Wolff.

"En América Latina, la institución castrense es la figura que tradicionalmente ha intervenido en escenarios de esta índole, tomando partido o no, con miras a restablecer el orden”, enfatiza el experto. Pero, ¿qué pasaría si también las lealtades del Ejército, la Marina y la Aviación venezolanas estuvieran divididas? ¿Sería de temer que de las escaramuzas en las calles se pasara a una guerra civil abierta? "Cada intervención militar conlleva el riesgo de una escalada de violencia. Pero si las fuerzas de seguridad en un país no están alineadas y reaccionan independientemente a la dicotomía oficialismo-oposición, parcializándose con uno u otro bando, es posible que se llegue a un plano de violencia organizada caracterizado por un choque de grupos armados profesionales”, advierte Wolff.

Evan Romero-Castillo (CP)