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Victoria de Trump: conmoción y ruptura

Sorpresa e incredulidad marcan las reacciones al resultado de las elecciones en EE. UU.. Pero hay que aprovechar el tiempo que queda hasta la asunción de Trump, opina el redactor jefe de DW, Alexander Kudascheff.

La inesperada victoria, y con mucha ventaja, de Donald Trump provocó una ola de consternación. Al menos en Europa y Alemania, donde se evidencia que reinan la perplejidad, la indignación y la impotencia, a pesar de los esfuerzos por resaltar la importancia de las relaciones transatlánticas. Sin embargo, la verdadera divisa de estas primeras horas es que nadie conoce realmente a Donald Trump. Por supuesto que sus planes, sus intenciones y sus ideas salieron a la luz durante su campaña, así como su estilo bravucón y compulsivo, la fatuidad de su retórica, su machismo y su racismo. Pero luego de la noche electoral también se pudo ver la disposición de Trump, tras la batalla campal, a la reconciliación y al acercamiento con el resto de la comunidad internacional. Es decir, que ahora hay que esperar.

Nadie estaba preparado para Trump

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A pesar de todo, en las capitales occidentales – y por supuesto también en Berlín- el triunfo de Trump era el peor de los escenarios. Nadie estaba preparado para eso. Y nadie sabe quién tendrá la voz cantante en política exterior, de seguridad ni de medioambiente, ya que Trump es un marginado en el Partido Republicano, es decir, que no está apoyado por las personalidades más descollantes. Para llegar a ellas no hay canales informales, y eso no le facilita las cosas a Trump, que, seguramente, se rodeará de gente sin experiencia ni contactos en el terreno político.

Eso tiene, por supuesto, consecuencias. En la política económica, en la que la clave es el libre comercio global. En la política exterior y de seguridad, donde los temas más importantes son Irán y también Israel, además de una probable intervención militar contra el terrorismo yihadista. Pero también se trata del rol de Washington en Cercano Oriente, de las frágiles relaciones con Rusia y China. De si EE. UU. se ve a sí mismo como socio o como rival de esas dos grandes potencias o si cae en un decidido aislacionismo. Y también se trata de la relación con los aliados. ¿Seguirá siendo la OTAN el sistema colectivo de seguridad para EE. UU.? ¿Se adhiere Trump a la política de la alianza? ¿O cree que los europeos tienen que pagar más por su seguridad? Es una prueba de fuerza para todo Occidente.

Trump, el gran desconocido

Donald Trump es el gran desconocido. Y personifica – paradójicamente como multimillonario de Nueva York- el triunfo de la provincia sobre las metrópolis, la victoria del campo sobre la ciudad. A nivel de política interna, no es un hombre de élites, por eso no resultará tan fácil llegar a él.

Pero la conmoción también tiene un aspecto positivo: conduce a la serenidad. Hasta que Donald Trump ingrese en enero a la Casa Blanca como el presidente número 45 de los Estados Unidos, pasará tiempo suficiente para estar preparado. La elección de Trump es un corte, tal vez incluso un giro histórico. Sin embargo, no tiene que significar el final del trabajo conjunto de Occidente. Pero es seguro que vendrán tiempos difíciles porque si algo caracteriza a Trump es que no es un político ortodoxo.