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Yihadistas en Alemania, un reto para la sociedad

Kersten Knipp (jov)9 de agosto de 2014

Alemania es un país de inmigrantes; pero hay mucho por aclarar en esta sociedad multicultural. Conflictos entre etnias, confesiones y nacionalidades están siendo trasladados al territorio germano, opina Kersten Knipp.

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Manifestación en Herford contra el grupo extremista EI, antes llamado ISIS.
Manifestación en Herford contra el grupo extremista EI, antes llamado ISIS.Imagen: picture-alliance/dpa

Este sábado (9.8.2014), miembros de la minoría iraquí yazidí refugiada en Alemania salieron de nuevo a las calles para protestar contra el autoproclamado Estado Islámico (EI), la organización terrorista que tiene en la mira a todo el que no comparta su confesión sunita. Quien no se les une es perseguido y asesinado brutalmente. Cientos de miles de yazidíes en Irak, una minoría religiosa proveniente de Irán, se encuentran sitiados por yihadistas que ya han matado a decenas de civiles.

Paralelamente, la comunidad yazidí protesta en Alemania por el derecho a expresar sus opiniones. Y es que en protestas anteriores, realizadas en las ciudades alemanas de Herford y Bielefeld, los yazidíes fueron atacados hasta con cuchillos por simpatizantes de las milicias terroristas de EI.

Este y otros casos demuestran que algunos conflictos internacionales también se están librando en suelo alemán. Los inmigrantes y los refugiados no sólo traen consigo su fuerza de trabajo o su necesidad de ser protegidos, sino también sus convicciones políticas. Y algunos traen su simpatía por ideologías extremistas como la que propaga Estado Islámico.

La presencia de estos extremistas en Alemania nos obliga a preguntarnos si la sociedad alemana es capaz de integrar a todos los inmigrantes, sin excepción. ¿Logra convencer Alemania a todos los inmigrantes de que la solución pacífica de los conflictos es el principio que impera en este país?

Falsa tolerancia frente a fundamentalistas

Hasta ahora, la sociedad alemana se ha abstenido de juzgar o criticar las ideas de algunos inmigrantes por temor a ser tildada de racista y ha preferido ignorar el creciente radicalismo entre algunos grupos.

Esta tolerancia malentendida es irresponsable. Esto es querer apaciguar en donde realmente hay que actuar en contra de la intolerancia. En el mismo Cercano Oriente hay encendidos debates sobre los principios de la convivencia en los que se enfrentan los defensores y los enemigos de una sociedad abierta y pluralista. La tolerancia con los extremistas es una bofetada contra los defensores de una sociedad democrática. La situación en Siria, Irak y Líbano demuestran hasta dónde quieren y pueden llegar los yihadistas.

Extremismo, un producto de la modernidad

En Alemania apenas se empieza a comprender que el fundamentalismo no se explica por la cultura islámica, ya que esta cultura es altamente pluralista y permite toda una gama de interpretaciones. Y los extremistas son los que menos pueden reclamar sus logros, porque el extremismo es una construcción de ideólogos que saben perfectamente que no hay otra cosa que conquiste más adeptos incondicionales que el ofrecimiento de la salvación en el más allá.

Tenga fuentes políticas o supuestamente divinas, la "cultura" de los extremistas se rehúsa a cuestionar su propia identidad, tanto como se rehúsa a respetar los derechos de los demás.

Los extremistas no deben ser tratados con guantes de seda, así provengan de otro país. Enfrentarlos decididamente no es racismo. Nadie más lo sabe tan bien, por estos días, como los yazidíes que protestan en las calles de Alemania contra el asesinato de sus correligionarios a manos de yihadistas. Racismo sería no apoyarlos.