Hamburguesas para comer sano

Carne picada a la brasa. Sobre ella algunos vegetales: tomate, cebolla, lechuga. A veces queso; casi siempre salsas. Cubriéndola por arriba y por abajo, pan. En lo que al sabor respecta, la hamburguesa goza de indudable buena fama. Por su poca salubridad, sin embargo, suele ser rechazada.

Pero el consumo de hamburguesas no tiene porqué ser sinónimo de alimentación mala y desatendida. En Berlín, Hamburgo, Múnich o en este local de Colonia llamado “Freddy Schilling, la manufactura de la hamburguesa”, lo demuestran a diario. Con una mezcla de ingredientes locales y producción sostenible restituye en Alemania una nueva tendencia el honor de la comida rápida.

“Nuestros panecillos los hornea cada día una panadería de aquí. Nuestra carne es de la máxima calidad y la asamos a carbón, lo que le otorga el aroma perfecto. Las salsas las hacemos nosotros. Y, por supuesto, todo esto sin conservantes ni colorantes, de manera que las hamburguesas sean lo más naturales posible.”

Cuenta Henning Stäcker, jefe y cocinero de “la manufactura” en una sola persona, y según su propia descripción:

“De profesión soy asesor de hamburguesas.”

Hace una década que empezaron a surgir los locales de cocina bajo el lema “fresco, rápido y bonito”, calcula la Federación Hotelera y Gastronómica alemana. Paulatinamente, este tipo de negocios ha ido integrando en el panorama de las principales ciudades germanas. Primero se dedicó a la venta de las tradicionales salchichas pero en su versión orgánica. Ahora se extiende a las hamburguesas. Darius Panah regenta, también en Colonia, “Hans im Glück”, un pequeño restaurante especializado en las bolitas de carne de cuya marcha no se queja en absoluto:

“Estoy seguro de que este concepto va a perdurar. Nuestro éxito lo demuestra: apenas llevamos dos meses abiertos y ya ganamos lo suficiente para cubrir gastos. Con eso no habíamos contado, nosotros pensábamos que nos llevaría por lo menos unos siete meses.”

Y si comida rápida no significa obligatoriamente comida de baja calidad, tampoco quiere decir necesariamente ambiente vulgar. Bancos de madera oscura como mobiliario y finas ramas de abedul a modo de decoración le conceden a “Hans im Glück” un aire distinguido. Captar a la clientela deseada es muy importante en la receta mercantil elaborada por Panah:

“Nuestro público tiene entre 25 y 50 años. No buscamos atraer a la masa y tratamos de presentarnos de un modo bastante femenino. Entre el 60 y el 75 por ciento de las personas que frecuentan el local son mujeres y queremos que así siga siendo. Sabemos bien que, a donde van las damas, también acuden los señores.”

El precio es otro de los factores que marcan la diferencia. Mientras que las grandes cadenas venden sus hamburguesas incluso hasta a un euro, en los locales sostenibles cuestan entre cinco y ocho. McDonals es barato, pero no la calidad, ha podido comprobar Stäcker en “la manufactura”:

“Llegó un momento en que nos vimos obligados a subir los precios porque no ganábamos lo suficiente. La calidad y los buenos ingredientes no los regalan. Aún así, yo creo que 6,40 euros por una hamburguesa, que es toda una comida, no está mal.”

Por suerte para Stäcker, el desarrollo vivido por la comida rápida orgánica está estrechamente relacionado con el hecho de que existe quien está dispuesto a pagar por ella.

“Nuestros clientes son personas que cuidan mucho su alimentación, que es parte del espíritu de esta época.”

Y gracias a este espíritu proliferan en Alemania el “fresco, rápido y bonito”.

Autor: Michael Lange/ Luna Bolívar

Editor: José Ospina Valencia