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Juegos Olímpicos de Múnich 1972: un trauma aún por asimilar

Peter Hille
25 de agosto de 2022

Once atletas israelíes y un policía alemán murieron en el ataque terrorista de palestinos a los Juegos Olímpicos de Múnich. Tras 50 años, Alemania aún no ha logrado elaborar del todo el trauma.

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Helicópetro destruido en base aérea de la Policía de Fronteras en Fürstenfeldbruck, Baviera
El helicóptero en el que iban a ser transportados los rehenes israelíes fue impactado por una granada de un terrorista palestino. Base aérea de la Policía de Fronteras en Fürstenfeldbruck, BavieraImagen: Göttert/picture alliance/dpa

Hans Völkl era un soldado de 21 años de las Fuerzas Armadas alemanas en ese momento, y había seguido por televisión el drama de la Villa Olímpica, a sólo 20 kilómetros de distancia, en Múnich. Allí, en la mañana del 6 de septiembre de 1972, los terroristas palestinos asaltaron los cuarteles del equipo olímpico israelí. Mataron al levantador de pesas Josef Romano y al entrenador de lucha Mosche Weinberg, y tomaron como rehenes a otros nueve israelíes.

Tras horas de negociaciones con los secuestradores, el ministro alemán del Interior, Hans-Dietrich Genscher, les prometió un salvoconducto hasta El Cairo. Los helicópteros los llevarían al aeropuerto de Riem, donde los esperaba un avión de pasajeros.

Sin embargo, los pilotos de la Guardia Federal de Fronteras los trasladaron a la base aérea de la Bundeswehr en Fürstenfeldbruck. Allí, recuerda Völkl en entrevista con DW, los helicópteros salieron de un muro de niebla a alrededor de las 22:30 horas, y aterrizaron directamente frente a la ventana de su oficina, en la planta baja.

El fiasco de Fürstenfeldbruck

Allí, según el plan del grupo de trabajo de la policía, los francotiradores debían matar a los terroristas y liberar a los rehenes. Pero el plan salió mal. Los secuestradores abrieron fuego con sus Kalashnikovs, mientras las autoridades alemanas demostraban que no habían sido entrenadas para un rescate. Los agentes perdían el contacto por radio, o disparaban contra sus propios colegas.

Völkl y sus compañeros de la Bundeswehr ni siquiera habían sido informados de que los terroristas y sus rehenes iban a ser llevados a Fürstenfeldbruck. A pocos metros de su oficina, un disparo rebotó y maóa a un policía. "A Anton Fliegerbauer un disparo le hizo estallar la cabeza", agrega.

Las ráfagas de fuego retumbaron en el aeropuerto hasta la medianoche. Al final hubo una explosión. Un terrorista lanzó una granada contra uno de los helicópteros, en el que los rehenes seguían atados. Al amanecer, el drama era una tragedia: aparte del policía alemán Anton Fliegerbauer, cinco de los terroristas habían sido abatidos. Pero tampoco sobrevivió el ataque ninguno de los rehenes israelíes.

Décadas de silencio

Durante décadas, los familiares de las víctimas tuvieron que luchar para tener acceso a los expedientes de investigación. Aún hoy siguen batallando por una mayor indemnización. Por ello quieren mantenerse al margen de la celebración del 50º aniversario en Múnich.

"Los testigos, las víctimas y sus familias fueron tratados casi como parientes molestos", dice Ludwig Spaenle, comisionado de antisemitismo de Baviera, comprometido con la elaboración del atentado. En los últimos diez años se han hecho esfuerzos para rendir memoria a las víctimas con un monumento en el Parque Olímpico.

Volver a la normalidad lo antes posible era la consigna, también aplicada a personas como Hans Völkl. Pasaron años sin atención psicológica. Algunos médicos de la época recomendaban una copa de coñac para superar el trauma.

"Las víctimas buscan reprimir las experiencias traumáticas", dice Anna Ulrike Bergheim. La presidenta de la Sociedad Histórica de Fürstenfeldbruck lleva años buscando testigos presenciales del asesinato. Ella encontró a gente como Hans Völkl. Bergheim concluye que "muchos testigos presenciales están hablando porque recién ahora han llegado al punto de poder enfrentar el trauma".

(jov/cp)