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Brasil escoge la polarización

Francis Franca
8 de octubre de 2018

En su decidida marcha hacia el fondo del pozo, los brasileños utilizan la democracia para abrazar el autoritarismo, opina Francis França, editora jefa de DW Brasil.

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Imagen: Reuters/P. Whitaker

Después de cuatro años de crisis política y económica, los brasileños tenían este domingo (07.10.2018) la posibilidad de dar vuelta la página de la historia de Brasil. El resultado de las urnas muestra, sin embargo, que han preferido ahondar en esa crisis y llevar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales a los dos candidatos más rechazados del país.

El populista de ultraderecha Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), recibió más del 46% de los votos y por poco no logró la Presidencia en la primera vuelta. En segundo lugar quedó Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT) y designado por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien sumó un 29% de los sufragios. A juzgar por esos resultados, el populismo de ultraderecha saldrá victorioso en el balotaje, el próximo 28 de octubre.

El resultado de este domingo es fruto de una elección de desinformados. Las encuestas de intención de voto e equivocaron en varias previsiones. Los analistas subestimaron a Bolsonaro y sobreestimaron a los partidos del establishment y sus métricas desfasadas, como el tiempo en televisión o las alianzas políticas. Una gran parte de los electores, a su vez, confiaron en las redes sociales, principalmente en "memes” de Whatsapp, como fuentes de información. Las opiniones moderadas y el debate programático fueron atropellados por una avalancha de noticias falsas y fanatismo.

No es que los brasileños no tuvieran elección. Otros candidatos de la carrera presidencial tenían posibilidades para conducir al país por aguas menos turbulentas. Pero la voluntad popular escogió el choque entre los polos opuestos. El radicalismo se convirtió en una opción democrática.

Esa elección dice mucho de las contradicciones de los brasileños. Al tiempo que quieren combatir la corrupción, flirtean con el autoritarismo, justamente en el momento en el que la lucha contra la corrupción está avanzando más, investigando y castigando a los poderosos. Al mismo tiempo que quieren superar la recesión económica, escogen a políticos que tendrán inmensos problemas para gobernar.

Brasil ha llegado a este punto por una combinación de factores que vienen fermentándose en la sociedad por lo menos desde 2013, cuando millones de personas insatisfechas con el sistema salieron a la calle, y desde entonces siguen tomando decisiones que solo empeoran la situación.

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Francis França es editora jefa de la edición brasileña de DW

Al no conseguir dar una respuesta a esta miríada de reivindicaciones populares difusas, los políticos tradicionales perdieron la confianza de la población. La centroderecha democrática se enredó en alianzas para conseguir hacer posible el impeachment de Dilma Roussef, se embarcó en un Gobierno impopular de Michel Temer y no consiguió regresar para producir un candidato viable que atendiese a los deseos del electorado conservador. Incluso después de asistir a fenómenos como el brexit, Donald trump y la ola populista de derecha en Europa, no logró organizarse para frenar a la extrema derecha.

La centroizquierda, por su parte, fracasó al querer el PT apostar a toda costa por un candidato de Lula, el político más amado y odiado del país. Preso desde hace seis meses por corrupción y lavado de dinero, Lula dice ser víctima de una persecución jurídica y su candidatura se convirtió en una estrategia de defensa procesal. Para defender a Lula, su partido no quiso prescindir de su protagonismo y acabó perjudicando a la izquierda, ya que gran parte del apoyo a Bolsonaro es consecuencia únicamente del odio al PT.

Así, la torpeza de la centroizquierda y de la centroderecha dejaron a los electores en brazos de populistas autoritarios, racistas, homofóbicos y misóginos. Con sus soluciones simples para problemas complejos, conquistaron a un electorado que no tiene paciencia para nada que requiera más reflexión que la de un post en redes sociales que reafirme sus propias convicciones. Pues muchos de los que conforman ese 46 por ciento, que votó a Bolsonaro este domingo, son, sí, racistas, homofóbicos y misóginos como su candidato. Y la otra parte está perdida en la neurosis de una amenaza comunista, que no existe.

Y cuando un sector tan grande de la población se embarca en la lógica del "no sé, no quiero saber y tengo rabia del que sabe", ¿qué posibilidades tienen los demócratas contra los populistas?

Autora: Francis França (EAL/CP)

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