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Comercio justo para las flores

S.M.26 de julio de 2006

Se buscan nuevos criterios de calidad para el sector de las flores que ingresan al continente europeo. Los precios de venta deben dejar tras sí el lastre de salarios bajos e inequidad laboral.

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También las flores merecen un sello de equidad laboral.Imagen: picture-alliance / dpa

Hasta qué punto el mercado de las flores está cumpliendo con el concepto de mercado justo en cuanto a la retribución salarial de las miles de personas que trabajan en este sector productivo, es una pregunta que está rondando desde ya en la cabeza de los reguladores y compradores europeos.

La discusión entablada por el Programa de Sello Floral (Flower Label Programm, FLP por sus iniciales en inglés), quiere atraer la atención de las empresas importadoras de flores y consumidores para que se exijan parámetros de calidad que van más allá del color y textura de las flores.

El objetivo es que cada flor vendida en el mercado europeo conlleve en sí un valor agregado más alto: garantizar que los hombres y mujeres que trabajan en los campos de producción floral ganen por igual el mismo salario y que no exista ningún tipo de discriminación laboral.

Dos sellos por flor

El FLP existe desde 1996 como iniciativa mundial de las organizaciones sindicales, laborales y de la industria de flores, para garantizar los derechos laborales y la protección del medio ambiente en este sector.

Su tarea principal es asegurarle a sus clientes, en este caso las empresas importadoras, que las recogedoras de flores de países como Colombia, Ecuador, Kenia, Tanzania y África del sur, entre otros, trabajen bajo condiciones justas: contratos de trabajo adecuado, prohibición del trabajo infantil, libertad de asociación y prevención de accidentes laborales.

Las flores que llevan el sello de FLP son la confirmación tangible de equidad entre empresa y trabajador, pero además de que las flores están exentas de factores químicos perjudiciales a la salud humana y medio ambiente.

De acuerdo con Silke Peters, representante del programa FLP, lo que se plantea en principio es la realización de dos procedimientos de prueba. Por un lado, una lista de chequeo que viene funcionando ya hace tiempo y que en suma verifica si las condiciones laborales y medioambientales se están siguiendo al pie de la letra.

Una empresa que recompensa salarialmente a los hombres y que deja a sus empleadas femeninas con rangos de ingresos por debajo de sus compañeros, estaría incumpliendo de entrada con este primer requisito.

El segundo paso sería la denominada auditoría de participación. De acuerdo con la explicación de Peters, el objetivo a seguir aquí es comprobar con visitas casuales a los sembradíos de flores y entrevistas al azar con los trabajadores si estas condiciones de equidad laboral se están aplicando.

En Ecuador, país miembro del FLP, se ha llevado a cabo este procedimiento y certificado a 42 empresas que han seguido fielmente esta política de equidad. En este país hay 7.500 trabajadores cuyo ingreso depende totalmente del trabajo en los campos floricultores.

¿Tercer sello?

Para potenciar los estándares de calidad, la FLP tiene la iniciativa de que la labor de inspección y sondeo del cumplimiento de las normas laborales y medioambientales con las empresas y trabajadores, se haga también con la comunidad que rodea los campos de sembradío de flores.

Los sindicatos, las escuelas y los gobernantes serían tomados en cuenta para que a través de espontáneas encuestas opinen si de acuerdo con sus observaciones la producción de flores está ajustándose realmente a los lineamientos de igualdad laboral y cuidado ambiental.

La vocera del FLP reconoce que esta variable es la más difícil de manejar porque no es lo mismo poner en estadísticas los rangos salariales de una empresa y de un trabajador, que las opiniones libremente entregadas por el párroco sobre lo que él entiende por justicia entre patronos y empleados.

No todo es igual

El precio de venta y el salario pagado al trabajador y dificultan seriamente la inspección por parte de la FLP. En Brasil los pequeños agricultores de naranja obtienen mejores precios dentro de este programa, pero no traspasan los beneficios a sus trabajadores temporales que recogen este fruto en la temporada de cosecha.

Peters aduce que para perfeccionar este control falta por analizar cómo se logra un criterio justo de pago en países como Pakistán, por ejemplo, donde por fuertes limitaciones religiosas no se emplea a mujeres. Una barrera cultural como ésta negaría por completo la existencia de igualdad de sexos ( uno de los criterios para obtener uno de los sellos).

De todos modos y mientras se decide cómo se daría la aplicación de este sello de calidad, lo que queda claro es que en aras de la equidad y para el bien de los consumidores, se deben exigir controles para comprobar si las empresas o sectores que dicen estar en la línea del comercio justo cumplen realmente lo que predican.