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¿Cómo cambió el coronavirus a Alemania?

Kay-Alexander Scholz
5 de mayo de 2020

Informes de Italia, donde faltaban camas de cuidados intensivos para pacientes con COVID-19, desencadenaron la reacción de Alemania. Tras cien días de pandemia, el balance es positivo.

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Disciplina hasta al altar: en la Alemania de estos días, hasta los novios llevan mascarilla.
En la Alemania de estos días, hasta los novios llevan mascarilla, como esta pareja en Düsseldorf. Imagen: picture-alliance/dpa/Revierfoto

Hay una cifra que, comparada, dice mucho: en Alemania hubo en promedio, en estos primeros 100 días de la pandemia del nuevo coronavirus SARS-CoV-2, alrededor de 8 muertes por COVID-19 por cada 100.000 habitantes. Esta tasa de mortalidad es de 20 en EE. UU., 27 en Suecia, 37 en Francia, 43 en el Reino Unido, 48 en Italia y 54 en España.

Hasta ahora, Alemania ha conseguido proteger a su población, con bastante éxito, resume Lothar Wieler, presidente del Instituto Robert Koch (RKI), responsable del monitoreo y prevención de enfermedades en el país, dependiente del Ministerio Federal de Salud. En comparación con otros países, Alemania reaccionó tempranamente a las infecciones y no cuando ya muchas personas estaban infectadas, destaca Wieler. Las primeras medidas fueron particularmente efectivas, evalúa.

La canciller Angela Merkel -vista antes de la crisis como política a punto de retirarse, tanto por los medios como por su propio Partido, la CDU- tomó la pandemia en serio a tiempo. Se dirigió insistentemente a los ciudadanos en discursos televisivos, convirtió conferencias de prensa casi en consultas ciudadanas y, con su formación en ciencias naturales, explicó sin esfuerzo cómo leer los gráficos, las curvas y las cifras de la pandemia.

Mientras que otros jefes de Estado, como el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, minimizaron la COVID-19 como una gripe, Merkel llevó gradualmente al país hacia un confinamiento y coordinó las negociaciones entre el Gobierno federal, los Estados y los municipios. En el extranjero, ha habido muchos elogios a la estrategia alemana y a la canciller misma.

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Al mismo tiempo, el Gobierno federal liberó ayudas por valor de miles de millones de euros. El dinero estaba ahí. A diferencia de Italia o España, Alemania había generado excedentes durante años. Hasta la Agencia Federal de Empleo contaba con un colchón de 28 mil millones de euros, con el que se financia, por ejemplo, el sistema de jornada reducida, que ya se había probado en otras crisis.

Ajustes al sistema de salud

Además, el sistema de salud se preparó para recibir a cifras crecientes de pacientes. Aunque, en comparación internacional, Alemania ya estaba bien equipada con camas de cuidados intensivos, incrementó significativamente su capacidad en este sentido. Las clínicas recibieron primas de cancelación si reservaban camas para pacientes de COVID-19 y no realizaban otras operaciones. Se estableció un registro nacional. Los informes diarios del RKI muestran cuántas camas de cuidados intensivos están ocupadas o libres.

Las capacidades de diagnóstico también se ampliaron en una etapa temprana. La estructura descentralizada del sistema de salud demostró ser una ventaja: con pautas centrales, pero con planificación y libertad económica local. El Ministro de Salud, Jens Spahn, se dijo aliviado de no tener que asumir en solitario la carga de la toma de decisiones, al poder contar con la ayuda de los ministros de los estados federados y el trabajo de las 400 oficinas de salud en los municipios. Para él, esa fue una ventaja frente al funcionamiento centralizado de otros Estados.

Disciplina con opción de escape

El investigador de opinión y asesor gubernamental Stephan Grünewald cree también que Alemania ha superado bien la crisis en comparación internacional. En uno de sus libros, describe características típicas de los alemanes. Una de ellas, que es además un cliché común, se ha vuelto especialmente importante por estos días: Algo "típicamente alemán es un alto grado de disciplina", confirma Grünewald. Acá, los ciudadanos se apresuraron a proveerse personalmente de una nueva estructura cotidiana. Y los políticos se comportaron de manera similar: "procesaron las demandas de manera estructurada".

Pero esa es solo una cara de la moneda. Los alemanes son, por un lado, el país de las burocracias y, por lo tanto, de la regulación, según Grünewald. Pero, por otro lado, son también campeones mundiales en viajes: "Solo podemos aguantarnos a nosotros mismos si tenemos la opción de escapar viajando. Eso se ha transformado ahora en caminatas o pequeñas salidas de compras". Es algo muy importante, para poder ser disciplinados. En España, Italia o Rusia, a los ciudadanos apenas se les permitía salir. Los políticos en Alemania no tomaron esta ruta, sino que permitieron oportunidades de escape temporal, con una distancia mínima prescrita, reglas de higiene y restricciones de contacto.

Viento a favor de los gobernantes democristianos

Las encuestas han demostrado que una gran mayoría apoyó estas medidas. Esta imagen, que apenas cambió en las primeras semanas, se hizo también visible en un enorme aumento -¡de alrededor del 10 por ciento!- en las tasas de aprobación para los gobernantes democristianos de la CDU. El partido de Merkel y su ministro de Salud, Spahn, no había alcanzado estos valores de casi el 40 por ciento de aprobación en años.

Recientemente, sin embargo, el consenso general empezaba a ponerse en duda. Los partidos de oposición critican el curso de acción del Gobierno. Llegan a los titulares alimentando el debate sobre si el "confinamiento" es demasiado estricto y perjudicial para la economía.

Algunos estados federales se han desmarcado del curso central y han decidido aflojar por su cuenta. Los expertos del Instituto Robert Koch los apoyan: localmente se sabe mejor hasta dónde se puede llegar sin que la cantidad de casos aumente nuevamente, asegura el presidente del RKI, Wieler.

Nuevas experiencias para los ciudadanos

Tras la unidad nacional al comienzo de la crisis, hay ahora una polarización creciente entre los ciudadanos, explica Grünewald. El Instituto Rheingold, que dirige, investiga actualmente a los ganadores y perdedores de la crisis. Algunos consiguieron adecuarse bastante bien a la nueva situación, otros se ven a sí mismos en una especie de "limbo". Las rivalidades, la envidia y asuntos de justicia social vuelven a ser más notables. En ciudades como Berlín, hay ahora protestas callejeras con teóricos de la conspiración de izquierda y derecha, esoteristas y extremistas políticos.

Pero, en general, en las últimas semanas, hemos experimentado un país disciplinado, donde algunos de sus ciudadanos reaccionaron de manera muy creativa a una radical desaceleración. Los vecinos, que antes solo se saludaban brevemente, conversan ampliamente en los pasillos. Se han creado portales de ayuda para ancianos y enfermos. Los restaurantes ofrecen comida y bebidas para llevar, desde escalopes hasta cócteles. Y muchas cosas que no pocos consideran banales, como caminar, trabajar la jardinería o entretenerse con juegos de mesa, experimentaron un renacimiento, señala Grünewald. Según su pronóstico, la experiencia de que se puede vivir con menos sobrevivirá a la crisis.

(rml/jov)

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