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„Director’s Statement“ Frauke Sandig

25 de agosto de 2015

Cuando llegué por primera vez a la pequeña estación de ferrocarril de Friedland, me sorprendió la tranquilidad y la paz de este idílico lugar,....

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donde sólo se escuchaba el canto de los pájaros entre casas de entramado con lindos jardines salpicados de figuras de enanitos. El permanente sonido de los trenes rápidos era lo único que rompía la calma y transmitía una sensación de tránsito.

Tras dos semanas filmando en el centro de Friedland, escuchando las historias de los refugiados, llenas de desesperación, trauma y violencia, ese idílico lugar comenzó a parecernos irreal, sobre todo cuando regresábamos a nuestro apacible hospedaje donde nos esperaba una mesa servida.

Cuando se abrió el centro en 1945, los refugiados que llegaban hambrientos, enfermos y trastornados eran alemanes. Pertenecían al pueblo culpable de la horrible Segunda Guerra Mundial. A nivel humano, las vivencias personales de los expatriados y los que huyeron entonces, las pérdidas, las violaciones de mujeres y niños, no se diferencian mucho de las de esas personas que hoy buscan refugio en Alemania. Aquellos alemanes preferían no hablar de su pasado traumático, y quizá sea este el motivo de que en Alemania no exista realmente una memoria colectiva sobre lo que significa ser refugiado y haberlo perdido todo. Los alemanes han olvidado que una vez fueron ellos los que necesitaron a alguien que los apoyara, que los escuchara.

Quienes llegan a Friedland en la actualidad reciben un trato amable, de eso no cabe duda. El centro sirve casi de modelo de lo que podría ser una estructura de bienvenida a Alemania, a una apacible isla dentro de la “fortaleza de Europa”. Pero los inmigrantes no permanecen mucho tiempo aquí. Deben seguir su periplo hacia un futuro incierto y, a menudo, no tardan en comprobar que Alemania también tiene otra cara no tan amable. En estos momentos en que en muchos sitios de Alemania se incendian deliberadamente residencias de refugiados, me parece importante darle un rostro y una voz a cada refugiado, darles la posibilidad de contar sus historias y hablar de la situación en sus países de origen; contraponer las personas reales a las estadísticas anónimas de la denominada “ola de refugiados”.

20.08.2015 DW DOKU Frauke Sandig