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El romanticismo alemán declaró el bosque símbolo de identidad nacional, y situó en ese entorno una de las leyendas fundacionales del país: la resistencia de las tribus germanas frente a los romanos. Décadas después, los alemanes, temiendo la desaparición de los bosques, introdujeron catalizadores y filtros antipolución, logrando éxitos notables. Hoy, Alemania tienen otra relación con sus florestas, son un lugar de recreo donde se pueden recoger hongos, observar la fauna y practicar 'jogging'. Aunque algo de aquel misterio todavía sobrevive.