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El campo de concentración “olvidado”

Stefan Dietrich (I.G.U.)26 de julio de 2007

Durante años, Flossenbürg ha sido uno de los “campos de concentración olvidados” de la II Guerra Mundial. Ahora se ha inaugurado una exhibición que cuenta la historia de aquellos que fueron encarcelados o murieron allí.

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Nueva exposición en Flossenbürg, rescatando el pasado más oscuroImagen: picture-alliance/dpa

En una postal en la primera sala de la exposición del museo se lee: “Saludos desde Flossenbürg”. La frase se halla debajo de una fotografía de las históricas ruinas del castillo por el que el pequeño pueblo en el Estado de Baviera, cerca de la frontera checo-alemana, es tan conocido. De hecho, la postal es de los años 20, si bien podría ser actual.

Pero algo por lo que Flossenbürg no es tan conocido es por ser el lugar que alojó uno de los 12 campos de concentración más grandes de los nazis, el campo en el que murió el teólogo alemán Dietrich Bonhöffer, entre otras decenas de miles de víctimas. Tras la guerra, el campo y su historia fueron cayendo poco a poco en el olvido.

Dietrich Bonhoeffer
Dietrich BonhoefferImagen: nbd

Pero la nueva exposición, que está abierta al público desde el pasado domingo, más de 60 años después de que el campo fuese liberado, intenta conmemorar a aquellos que perdieron sus vidas en Flossenbürg y devolver a los libros de historia moderna el papel que este campo de exterminio desempeñó en la “solución final” de Hitler.

Después de liberar a los presos, el recinto se convirtió en un área residencial y el almacén en una fábrica de muñecos. El primer recuerdo de aquella parte de la historia no apareció hasta los años 80.

Uno de los principales motivos por el que se tardó tanto en recordar este campo de concentración está estrechamente relacionado con la procedencia de los que fueron reprimidos en él.

Según Christian Omonsky, el coordinador de prensa de la exposición de Flossenbürg, dos tercios de los presos eran europeos del este; por eso, todo el proceso de rescate de las historias y de compilación de evidencias y datos sólo fue posible después de que cayera el Telón de Acero y los antiguos prisioneros pudiesen volver a visitar el campo en 1995, con motivo del 50 aniversario de su liberación.

Desde entonces, y con la ayuda de los supervivientes, de la gente de la zona y de historiadores, Omonsky, Jörg Skriebeleit, director del museo, y el resto del equipo han creado un memorial para las víctimas.

Trabajo a conciencia para crear el memorial

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Fotografías personales de vidas truncadasImagen: picture-alliance/dpa

La exposición es el resultado de cuatro intensos años de investigaciones llevadas a cabo por Skriebeleit y su equipo. Este trabajo de documentación incluye cientos de entrevistas con antiguos prisioneros para conseguir rellenar las lagunas históricas del campo. El resultado es una instantánea fiel del día a día en el campo de concentración, una recreación que no sólo muestra el sufrimiento de los reclusos, sino también la vida que llevaban los encargados de hacerles sufrir. Un ejemplo son fotografías de los oficiales de las SS disfrutando del tiempo libre junto con otras de presos demacrados.

Durante la II Guerra Mundial, Flossenbürg fue el centro administrativo de 90 campos de exterminio en Baviera, Bohemia y Sajonia. Judíos y gitanos fueron encerrados en estos centros junto con disidentes políticos, prisioneros de guerra, homosexuales y “criminales profesionales”. En total, estos campos alojaron a unas 16.000 mujeres y 84.000 hombres.

Alrededor de 30.000 personas perdieron la vida en Flossenbürg y los campos de los alrededores a manos de oficiales de las SS, o a causa de los trabajos forzados y de los accidentes en las canteras, del frío, o de enfermedades como neumonía o tuberculosis. Hasta ahora, todas esas víctimas no eran más que un número en un libro de cuentas.

Según Skriebeleit, “nos gustaría dar un rostro humano a todas estas personas, que habían desparecido de la conciencia pública durante décadas.”

La sala central de la exposición aspira justamente a hacer eso mediante fotos personales de las víctimas, tomadas antes de que fueran deportadas. Las imágenes de familias, de vacaciones, de parejas de enamorados, de bodas y de jóvenes sonrientes dan una clara idea de lo que se les arrebató a estas personas una vez que fueron confinadas dentro de las rejas y muros de los campos de exterminio.

De vidas normales a horror y muerte

Las fotos están acompañadas de textos que describen el destino de las víctimas y de material gráfico proporcionado por los supervivientes que reproduce los horrores por los que posiblemente tuvieron que pasar. Un dibujo muestra la ejecución de cinco prisioneros frente a un árbol de Navidad mientras el resto de reclusos mira.

Aunque haya costado muchos años sacar la historia del campo de exterminio de Flossenbürg de la sombra, los supervivientes lo han visitado regularmente desde que les fue posible.

Gedenkstättenleiter Jörg Skriebeleit Neue Dauerausstellung erinnert künftig an vergessenes Oberpfälzer KZ
Jörg Skriebeleit posa junto a una reconstrucción en miniatura del campo de concentraciónImagen: picture-alliance/dpa

“Para nosotros, los supervivientes, volver aquí nos hace recordar el pasado”, describe Lisa Mikova, de Praga. “Pero queremos contar nuestra historia, por ejemplo, a los niños en las escuelas, con la esperanza de que podamos advertir del peligro que entraña el fascismo”.

Lisa Mikova fue enviada al campo en 1942 porque era judía. Sus padres, sus suegros y su cuñado fueron asesinados en Auschwitz. A ella la mandaron a un campo en Freiberg.

“Allí teníamos que trabajar extremadamente duro en una fábrica de aviones, 12 horas al día”, recuerda Lisa. “Luego teníamos que atravesar el pueblo para llegar a las barracas del campo. Teníamos mucho frío porque llevábamos muy poca ropa; no teníamos ropa interior y usábamos zuecos. Llevábamos la cabeza rapada. Además había muy poca comida, sólo un poco de un agua marrón que ellos llamaban café, una sopa sin sabor y un pedazo de pan.”

La inauguración del domingo atrajo a varias figuras políticas, como el ministro-presidente del Estado de Baviera, Edmund Stoiber, y el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, además del presidente de Ucrania, Viktor Yuschchenko, cuyo padre estuvo prisionero en Flossenbürg. Charlotte Knobloch, del Consejo Central de Judíos alemán, Romani Rose, del Consejo Central Gitano alemán, y el embajador israelí Shimon Stein también estuvieron presentes.

Además, 84 antiguos prisioneros visitaron la exposición, una experiencia difícil para muchos de ellos. Lisa Mikova fue, sin embargo, una de las pocas que estaba preparada para encarar su pasado: “Por supuesto que hay cosas que han quedado con nosotros, cosas que nunca se pueden olvidar o superar, pero sentía mucha curiosidad por ver la exposición”.