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Erdogan en busca de la presa equivocada

Christian Buttkereit
12 de diciembre de 2016

Los atentados de Estambul ofrecen al Gobierno turco un pretexto para poder detener a opositores. Algo que no ayuda realmente a combatir el terrorismo, opina Christian Buttkereit.

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Políticos turcos rezan por las víctimas del atentado del 10 de diciembre de 2016 en Estambul.
Imagen: Reuters/M. Sezer

A pesar de que el Estado turco haya estado luchando contra el terrorismo durante meses con todas sus fuerzas, 44 personas han fallecido hasta ahora a causa de los ataques del sábado (10.12.2016) en el centro de Estambul. Una hora después de las explosiones se detuvieron a trece sospechosos y, poco después, el Gobierno se declaró convencido de que el prohibido Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK ) estaba tras los atentados.

Ahora, gracias al grupo de los Halcones de la Libertad del Kurdistán (TAK), sabemos que no fue el PKK, sino otro grupo relacionado con ellos. Un juicio rápido en el que el Gobierno falló. Y aunque solo haya fallado por poco, supone una gran diferencia en todo el asunto.

De interlocutor a terrorista

Mientras los Halcones de la Libertad del Kurdistán destacaban por sus ataques sangrientos, el PKK era un interlocutor válido para el Estado turco de cara a conseguir la paz hasta hace un año y medio. Convertirlos en responsables justo después del atentado significa también desacreditarlos a la hora de retomar las negociaciones de paz. ¿Quién querría negociar con terroristas que mataron a decenas de policías?

Christian Buttkereit, periodista de DW.
Christian Buttkereit, periodista de DW. Imagen: SWR/A. Kluge

Sin embargo, sin el PKK será difícil que llegue la paz al sureste de Turquía. Y sin esa paz, el terrorismo se extenderá a otras ciudades tal y como lo hemos podido ver en este terrible fin de semana. Con esa postura intransigente ante el PKK, Erdogan cierra todas las opciones de paz en Turquía. Negociar con el PKK no garantizaría que no haya otras organizaciones que cometan atentados, pero sí reduciría el riesgo. Ahora, con su comportamiento, el Gobierno turco da la impresión de no estar interesado en la paz con los kurdos. ¿Qué interés tiene entonces? En los últimos 30 años ya se comprobó que se puede reprimir militarmente el conflicto, pero no solucionarlo.

También parece grotesco que el Estado siga esforzándose en perseguir a terroristas y partidarios del terrorismo y, al mismo tiempo, encierre a miles de funcionarios, abogados, profesores y periodistas. 56 empleados universitarios fueron detenidos en la última semana por sus supuestas conexiones con el terrorismo, aunque probablemente no hayan matado ni hayan construido una bomba. Los atentados del sábado sirven como pretexto para detener a cientos de políticos pro kurdos del partido HDP. Una acción que solo sería justificable si consiguen probar la participación directa de cada uno de ellos en los atentados o, por lo menos, el haber tenido conocimiento de los planes.

La provocación de nuevos ataques

Al parecer, el Gobierno turco persigue a la presa equivocada. ¿Se podrían haber evitado los atentados si el Gobierno utilizase su energía en perseguir a terroristas realmente peligrosos en vez de a opositores políticos? ¿Qué papel tiene el servicio secreto, que no sabía de los atentados pero una hora después ya conocía a sus autores? Aunque el Gobierno llegase a plantearse estas preguntas, no serviría de mucho. Los atentados se han convertido en una razón para enfrentarse todavía más a los kurdos del sureste y provocar nuevos atentados, sin importar dónde o quién los cometa.