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Es hora de ponerle límites a Erdogan

4 de noviembre de 2016

Las medidas del gobierno turco son completamente arbitrarias. El arresto de líderes políticos del partido prokurdo HDP ha colmado el vaso. Es hora de que Occidente actúe, opina Daniel Heinrich.

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Enfrentamientos entre policías y manifestantes kurdos en Turquía.
Enfrentamientos entre policías y manifestantes kurdos en Turquía.Imagen: Reuters/S. Kayar

En el mundo laboral, se suele decir que uno no puede cambiar a un colega que tiraniza a los demás, pero sí se puede cambiar la propia actitud. Este consejo también se podría aplicar al mundo de la política. Occidente no podrá cambiar al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Sin embargo, Berlín, Bruselas y Washington pueden -¡y deben!- repensar su relación con Turquía.

Erdogan no es comparable con Hitler

Para la oposición turca, desde hace tiempo Erdogan es un dictador. Pero sobre todo en Alemania se debería tener cuidado con ese término. El presidente de Turquía no es un nuevo Adolf Hitler al margen de Europa. Independientemente de lo cruel que sea la guerra del Ejército turco contra los kurdos en el este del país, no se puede comparar con el asesinato sistemático de millones de judíos durante la época nazi.

El programa político de Erdogan no se basa en la idea paranoide de exterminar a un determinado grupo étnico. Tampoco se pretende convertir a Turquía en un segundo Irán. Erdogan es demasiado corrupto como para ser realmente religioso. Usa la religión porque ésta le sirve. Y es que el plan de Erdogan se basa sobre todo en el propio Erdogan.

Los kurdos son utilizados

Daniel Heinrich, redactor online de Deutsche Welle.
Daniel Heinrich, de DW. Imagen: DW/M. Müler

Durante sus primeros años como primer ministro, Erdogan forzó la aprobación de un sinfín de reformas democráticas en el Parlamento y acercó el país como nunca antes a Europa. Teniendo en cuenta la actual ola de arrestos, pareciera haber sido un mal chiste de la historia que Erdogan también impulsara masivamente el proceso de acercamiento hacia los kurdos, calificándolos incluso como "hermanos".

Hoy día debemos constatar que todo esto sucedió más bien por cálculo político que por convicción. Erdogan sometió a las Fuerzas Armadas al control político para deshacerse del correctivo más poderoso dentro del sistema político de Turquía. Utilizó a los kurdos porque necesitó su voto contra los ultranacionalistas y kemalistas.  

Erdogan quiere convertir a Turquía en un sistema presidencialista autoritario y está cambiando el país según sus deseos. El golpe de Estado fallido de julio le sirvió de excusa para lanzarse contra su antiguo compañero Fetullah Gülen.

No obstante, el presidente turco dista de ser tan poderoso como pudiera parecer a primera vista. Y es que en su camino hacia la cima se ha ganado muchos enemigos. Muchos de los cerca de 80 millones de turcos no respaldan a su presidente. Solo la mitad de los electores turcos votó por el oficialista AKP en las elecciones pasadas.

Se necesita coalición de los sensatos

Si los gobiernos en Berlín, Bruselas y Washington realmente están interesados en una Turquía democrática y pluralista, entonces deberían apoyar a aquellas fuerzas en el país que buscan restablecer un equilibrio de poderes. Estas fuerzas se encuentran en el ejército, en la oposición política, en la prensa opositora, en las universidades. Se encuentran entre los kurdos, los alevíes e incluso entre los sunitas en el país.

Al igual que en el mundo laboral, en la política es posible ponerle límites al tirano. Solo se necesita un poco de valor y la voluntad de los sensatos de unirse. De lo contrario, algún día el tirano ya no solo se sentirá poderoso, sino que también lo será. 

Autor: Daniel Heinrich