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Escuela de Yoga de Buenos Aires: sueños a cambio de dinero

José Ospina-Valencia
23 de agosto de 2022

Sus maestros prometían armonía, pero los adeptos terminaban en un callejón sin salida sexual, emocional y económico. Captaban a autoridades y a famosos, como Plácido Domingo. ¿Es una ley antisectas la solución?

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Una mujer ejecuta un ejercicio de yoga
Ejercicio de yoga en las montañasImagen: Thomas Warnack/dpa/picture alliance

"Dentro de la Escuela de Yoga de Buenos Aires, Juan Percowicz (su fundador y jefe) ordenaba realizar tareas sexuales con el fin de evolucionar en la cadena jerárquica. Así fue como niños, adolescentes y adultos fueron explotados sexualmente durante décadas...", dice Pablo Gastón Salum en su página "Mentes Libres". Salum fue introducido a la secta cuando era un niño, y logró huir después de años de abusos.

La Policía Federal Argentina la desmanteló el pasado 6 de agosto, tras establecer que, en realidad, era una organización criminal con ramificaciones en Estados Unidos y Uruguay, y que operaba como una secta que captaba a autoridades y a famosos. La organización operaba bajo el rótulo de BA Group, y como parte de su estructura tenía unos 170 "alumnos" en Argentina, y otros tantos en Estados Unidos, que aportaban al grupo una cuota mensual en divisas extranjeras denominada "ceremonial".

Además, la organización contaba con otros 1.500 "alumnos", a los que les cobraban por capacitaciones "evolutivas", coaching, clases de lectura y distintas jornadas dirigidas a organismos estatales, consejos profesionales, organizaciones sin fines de lucro y al público en general.

La pirámide de la esclavización

La Escuela de Yoga de Buenos construyó una pirámide de esclavización emocional, sexual y económica con la promesa de "desarrollar la felicidad". No pocos fiscales y políticos, y muchos ciudadanos, tenían conocimiento de la existencia de dicha secta y sus prácticas. ¿Cómo se explica tanta tolerancia durante tres décadas?

"Desconozco si en Argentina hay una predisposición mayor  a tolerar más a grupos sectarios como la Escuela de Yoga que en otros países. Me da la impresión que es un fenómeno global, porque tiene que ver más con la condición humana que con una geografía o cultura determinada", dice a DW el licenciado Miguel Espeche, psicólogo especializado en vínculos emocionales.

"En otros países ha habido también sectas con prácticas perversas, e incluso casos en los que han llevado a sus miembros al suicidio masivo”, agrega el experto. Estas organizaciones, según Espeche, coordinador del Programa de Salud Mental Barrial del Hospital Pirovano, de Buenos Aires, operan "con un lavado de cerebro y la pretensión de ofrecer todas las respuestas a la vida”.

Bajo el discurso de una filosofía que pregonaba "buscar el desarrollo de la felicidad", el grupo captaba a personas para incorporarlas a la organización, reducirlas a la servidumbre y, en algunos casos, ofrecerles supuestos tratamientos médicos con el objetivo de obtener dinero, influencia y protección para sus líderes, dice uno de los reportes de la Policía argentina.

Buscar la felicidad y perder la razón

"Con la fragilidad de muchas personas , enfrentadas al resquebrajamiento institucional o familiar, algunos encuentran un espacio en donde se habla de amor, de cuidado, que cautiva, y poco a poco subyuga a quien va dejando de lado su propio criterio”, explica el psicólogo y psicoterapeuta. Y prosigue diciendo que "lo que comienza protegiendo, termina ahogando, anulando, transformando a sus miembros en meros instrumentos de quienes rigen perversamente esas organizaciones sectarias”.

Pablo Gastón Salum,una de las víctimas de la Escuela de Yoga de Buenos Aires, lidera una iniciativa que propone una ley antisectas en Argentina. Pero ¿es necesaria una ley así?  "Yo entiendo que haya gente que se sienta legítimamente vulnerada por un grupo, porque les quitaron sus bienes, o porque los sometieron a vejaciones. Pero, visto desde la óptica del derecho común, no es necesario establecer una ley específicamente destinada a los grupos religiosos, sobre todo a los más exóticos", dice a DW el jurista Sergio Sánchez, de la Universidad de Chile, especialista en Sociología del Delito. "Creo que una legislación penal moderna tiene que abstenerse de abrir esas heridas o de facilitarlas”, añade. Al parecer, "los crímenes de los que ahora se acusa a la Escuela de Yoga de Buenos Aires no son inherentes a una secta o iglesia, sino que son delitos que deberían castigarse como tales, y no porque provengan o hayan sido cometidos dentro de una organización como esa”, puntualiza el abogado.

(cp)