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Escuelas en Afganistán - Una iniciativa en la cuerda floja

1 de julio de 2018

En Afganistán no se atisba el fin de la guerra. Cada vez son más los cooperantes internacionales que abandonan el país debido al aumento de la inseguridad. Peter y Annemarie Schwittek, dos cooperantes alemanes, viven en Afganistán desde hace décadas. Durante 20 años, esta valiente pareja ha dirigido escuelas para niñas. Pero el innovador proyecto está a punto de desaparecer.

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Una de las mayores promesas de la comunidad internacional a Afganistán fue que, tras la caída de los talibanes, la educación y las escuelas para niñas se convertirían en algo normal. Pero muy poco se ha hecho realidad. Hoy en día, Afganistán sigue siendo un país extremadamente inseguro. No obstante, hay personas que siguen tratando de ayudar, a pesar del riesgo que esto representa. Es el caso de Peter Schwittek y su esposa Annemarie, que con su asociación OFARIN, fundada en 1998 y cuyo nombre significa "¡genial!" en las lenguas nacionales, querían ayudar a los habitantes de la región. A pesar de las amenazas, fundaron escuelas y dan a las niñas la oportunidad de recibir educación. El proyecto de los Schwittek presenta una particularidad, pues involucran a los mulás locales, con lo que se aseguran el apoyo de la población. En la mezquita Abu Bakre Sediqu de Kabul se intercambia el Corán por libros de texto dos veces al día. Los alumnos, estrictamente separados por sexos, como es habitual en Afganistán, estudian durante hora y media. Pero el principal patrocinador de OFARIN, la organización católica de ayuda Misereor, ha dejado de financiar las escuelas para niñas debido a la falta de seguridad. Alrededor de 9.000 alumnos, más de la mitad de ellos niñas, se formaron en OFARIN y alrededor de 500 maestros, a menudo antiguos alumnos, tenían en el proyecto un medio de subsistencia. Gracias a las donaciones privadas y a las fundaciones, todavía se puede ofrecer educación a 5.000 niñas y niños. Sin embargo, a partir de marzo de 2019 estos fondos tampoco están asegurados. Pero a pesar de las dificultades, los Schwittek no piensan rendirse.