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Estrategia terrorista contra periodistas en México

12 de febrero de 2022

Hoy en México cualquiera se siente con licencia para matar a un periodista. Este es un mensaje en una botella lanzada al mar. Tal vez nadie lo vea, pero ojalá alguien lo haga. Es un SOS por todos mis colegas en México.

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Imágenes de periodistas mexicanos asesinados.
Imágenes de periodistas mexicanos asesinados.Imagen: Eduardo Verdugo/AP/picture alliance

El 11 de febrero pasado el periodista Heber López Vásquez, al salir de su programa de radio en Salina Cruz, Oaxaca, fue acribillado por dos personas.  Uno de ellos, dijeron las autoridades, es hermano de un exfuncionario gubernamental. Así, Heber se convirtió en el quinto periodista asesinado en México durante las cinco primeras semanas del año. Uno a la semana.

Cuando leí la noticia fue como recibir en cámara lenta un golpe de puño en el estómago, de esos que te hacen flexionar las rodillas y tambalear. Pienso que cientos de periodistas de a pie en México, que hacemos investigaciones de campo, que estamos muy lejos de las esferas del poder y los núcleos de interés se habrán sentido igual.

José Luis Gamboa Arenas, director del medio digital Inforegio, fue acuchillado en Veracruz a mediados de enero. Fue el primero. Luego siguió Margarito Martínez, fotoperiodista freelance, quien fue acribillado en Tijuana. A los pocos días la colega Lourdes Maldonado, también periodista de Tijuana, fue ultimada a balazos afuera de su casa. Según el gobierno, el asesino material fue un muchacho de 18 años, pero hasta ahora no se indica el móvil, solo se sabe que no fue un robo. Lourdes había denunciado a un militante e importante político del partido oficial Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Jaime Bonilla, y dijo temer por su vida. Roberto Toledo, comunicador y analista en Michoacán fue el cuarto. Y ahora Heber. ¿Quién sigue?

¿Qué está pasando?, me pregunté con un escalofrío que aún me recorre el cuerpo.

Carlos Maldonado despide a su hermana, la periodista Lourdes Maldonado.
Carlos Maldonado despide a su hermana, la periodista Lourdes Maldonado.Imagen: Marco Ugarte/AP/picture alliance

La violencia contra los periodistas en México ha pasado por muchos momentos trágicos, particularmente desde el año 2000. Nos convertimos en el país más peligroso para ejercer el periodismo. Desde entonces han sido asesinados más de 160 periodistas en México, 53 en los tres años del gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador. La situación que se vive en México contra trabajadores de medios de comunicación es peor que nunca. Se siente, se respira en el ambiente.

Guerra fratricida

Desde hace 20 años México vive una guerra abierta, pública a los ojos del mundo, que ha costado decenas de miles de muertos, decenas de miles de desaparecidos, dejando a su paso al menos un millón de víctimas directas y colaterales.

Esta guerra es fratricida, la protagonizan mexicanos contra mexicanos que son engranajes del sistema criminal hasta ahora intocable que controla el país, no importando las supuestas alternancias en el gobierno que comenzaron en el 2000 con la llegada del primer presidente de un partido que no era del Partido Revolucionario Institucional, el partido hegemónico que gobernaba México desde la época post revolucionaria.

De una y otra forma, hasta hoy en día, los partidos políticos, la clase empresarial privilegiada y hasta las organizaciones criminales giran en torno a concepciones antidemocráticas que impuso el PRI durante las décadas que estuvo en el poder en México.

Lo que hoy se autodenomina Cuarta Transformación, encabezada por el presidente que se asume de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, tiene justamente en ese sistema antidemocrático uno de sus peores lastres, el ancla que no le permite efectuar una verdadera, profunda y auténtica ruptura con el sistema que impera en México. Hasta ahora de fondo no parece tener un interés profundo en romper con él, sino que parece más bien querer hacer que ese mismo sistema marchito, corrupto, infame, trabaje a su favor.

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En esa guerra fratricida estamos atrapados el resto: ciudadanos que no formamos parte de  ninguno de esos grupos, entre ellos cientos de periodistas y comunicadores independientes en el pasado e independientes ahora.

Choque de trenes en México

Es claro que existe una estrategia terrorista contra periodistas y comunicadores para infundirnos miedo, zozobra, inseguridad. Para obligarnos a informar o a callar lo que convenga a los grupos de poder que forman parte del sistema criminal, político y económico que persiste en México.

Esos grupos de poder en disputa, sus comparsas e imitadores, en su conjunto son el asesino serial de periodistas. El Estado mexicano es partícipe con su complicidad y con la impunidad con la que protege esos homicidios y la intimidación. 

Quienes mueven los hilos de esta infame estrategia terrorista son muchos. Y es importante tener claridad de la complejidad del momento, porque no todo es lo que parece. Por la superficie parece correr un sinuoso y ruidoso río de caos, pero lo que más debe preocupar es lo que ocurre en el subsuelo, el gigantesco caudal de intereses que corre bajo nuestros pies y que busca ganar a toda costa la guerra de intereses en la que los ciudadanos hemos quedado en el fuego cruzado.

Lo que ocurre en México es un choque de trenes entre los grupos del sistema criminal, sistema de control político y económico. No es un choque entre buenos y malos, no es una confrontación entre quienes quieren más justicia y un mejor país y quienes no lo quieren. El choque es en realidad entre dos modelos de cómo mantener el caos.

Tras el asesinato de Julio Valdivia, grupos de periodistas salieron a protestar en septiembre de 2020 en Veracruz.
Tras el asesinato de Julio Valdivia, grupos de periodistas salieron a protestar en septiembre de 2020 en Veracruz. Imagen: Hector Adolfo Quintanar Perez/ZumaPress/picture alliance

En esos dos modelos el resultado es igual: menos país, menos democracia, menos poder ciudadano y menos rendición de cuentas. Más concentración del poder en pocas manos, más demagogia, más simulación, más pobres dependientes de las dádivas del gobierno y menos ricos que se vuelven más ricos. Más zonas del país bajo el control de grupos criminales que reemplazan al gobierno con su anuencia y/o abierta tolerancia.

Por un lado están los partidos políticos y sus intereses (legales y no legales) que se quedaron fuera de la fiesta con la llegada de AMLO a la presidencia en 2018, PRI, PAN, PRD y sus correspondientes aliados. Estos intereses golpean constantemente al gobierno en turno, con razón y sin razón.

Por otro lado está AMLO, Morena y los partidos aliados que están en la fiesta, que no entendieron el voto ciudadano del 2018 y que están repitiendo de distintas formas las mismas prácticas de obscenidad política y partidista; prácticas de corrupción, conflictos de interés y complicidad con grupos y/o miembros y/o asociados del crimen organizado.

La polarización en México es acelerada y alimentada con la imprudente gasolina verbal del presidente López Obrador, que hace más grande el problema.

Cuando AMLO dice públicamente que los periodistas, que los comunicadores, que la sociedad entera debe definirse por un bando y otro, lo que llama "neoliberales y conservadores” y él, está convocando masivamente a que, como si fuese un partido de futbol, los aficionados (ciudadanos) deben golpearse, insultarse o exterminarse en las tribunas a favor de un extremo u otro.

¿Pero dónde quedamos los ciudadanos que no formamos parte ni de una corriente ni de otra? ¿Dónde quedamos los ciudadanos que queremos parar esta guerra fratricida? ¿Cuál es nuestro espacio en el país? ¿Cómo podemos distinguir entre estos discursos manipulados por intereses y la verdad?

Eliminar a los periodistas y comunicadores

El poder de penetración de las redes sociales y su capacidad de anonimato, son instrumento de guerra para ambos trenes en choque. En los últimos años estas redes han mostrado su poder para bien o para mal: la llamada Primavera Árabe (2010-2012) o el ataque contra el Capitolio en Washington DC (2021).

Lo que se ve en México son corrientes impulsadas por los dos bloques principales que se disputan la organización del caos, que buscan acaparar el debate público. Las corrientes de mensajes corren en caudales a cielo abierto y subterráneos, por llamarlo de algún modo. Es decir, también circulan en otras plataformas masivas de comunicación no de manera natural, sino sembrada, manipulada.

Es ahí donde viene el papel fundamental de periodistas y comunicadores independientes, cientos que estamos fuera de dichas corrientes, quienes despreciamos el reparto del botín de un grupo u otro en el poder. Aquellos que confiamos en que la verdad, la justicia y la rendición de cuentas es la única forma de construir una verdadera posibilidad de democracia.

Y en este sentido la información independiente, al servicio del ciudadano, sin importar sus filias o fobias, es crucial para hacer contrapeso a ese intento de manipulación de la opinión pública y su conciencia.

En una situación tan grave como la que ocurre en México solo la información puede empoderar a los ciudadanos y entender el juego de gatopardismo de unos y otros: que todo cambie para ser igual.

En ese contexto los periodistas y comunicadores independientes somos enemigos de unos y otros, quedamos entre dos fuegos como los demás ciudadanos que en su mayoría están fuera de la disputa del poder. 

Pero la situación de los periodistas y comunicadores en México es aún más sensible. Si no cumplimos con nuestro deber de servir a los ciudadanos proveyendo información puntual, veraz, y oportuna, los ciudadanos no pueden tener los elementos para entender el juego perverso y pueden caer en los engaños de uno y otro grupo.

Por eso la campaña terrorista contra los periodistas, particularmente agravada en esta época de polarización extrema. Por eso nos han convertido en un "blanco de tiro” contra el que disparan los grupos de interés que no quieren que las cosas cambien.

Sí, es verdad, cómo negarlo. AMLO contribuye a esta campaña terrorista. En sus conferencias de prensa matutinas cuestiona más a los periodistas y comunicadores que a los propios integrantes de los carteles de la droga o delincuencia organizada. Nos pone como si fuéramos sus enemigos. Ataca, descalifica, humilla, insulta. No hay nada que justifique esto.

Durante el gobierno de AMLO han aumentado los ataques contra la prensa.
Durante el gobierno de AMLO han aumentado los ataques contra la prensa.Imagen: Henry Romero/REUTERS

Pero no es solo él quien lo hace, es evidente que el otro extremo que le está disputando el poder a AMLO también genera una manipulación en redes sociales y otras vías masivas de comunicación para propagar insultos y críticas contra periodistas y comunicadores.

Gracias a la exacerbación de ánimos del presidente y a la polarización, hoy cualquiera se siente con licencia para matar, insultar, degradar, difamar y desacreditar a cualquier comunicador y periodista. Se sienten con ese permiso desde las grandes piezas del engranaje de ese sistema de intereses, hasta las rémoras que de una u otra manera son beneficiados con que en México continúe el caos y la simulación de la democracia.

El ecosistema en que los periodistas independientes en México hacemos nuestro trabajo es más peligroso que nunca. Nos atacan unos y otros porque no formamos parte de sus grupos de interés, nunca hemos formado y no queremos formar. No somos de ninguna élite. Somos soldados que defendemos el derecho humano de las personas a estar informadas. Un derecho protegido por el Artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Hemos hecho periodismo independiente desde hace décadas. Hemos llamado a cuentas al poder, sea el partido que sea, se llame como se llame el personaje que lo ostente, no ahora sino desde siempre. Hemos puesto el dedo en la llaga, no estamos ahí en la tribuna de un equipo y otro, no somos inquisidores ni aplaudidores, estamos buscando desde nuestro humilde papel de periodistas y comunicadores contribuir a la democracia empoderando a los ciudadanos con información veraz.

En octubre pasado redacté conmovida un artículo sobre los periodistas María Ressa y Dmitry Muratov, de Filipinas y Rusia, quienes fueron condecorados meritoriamente con el Premio Nobel de la Paz. Escribí: "Luchar por la verdad y el derecho a la información es luchar por la paz”. En México esta lucha nos está costando la vida.

Este texto es un mensaje metido en una botella lanzada al mar. Tal vez nadie lo vea, pero ojalá alguien lo haga, lo abra y lo lea. Es un SOS por todos mis colegas en México. (dz)