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Filipinas: más crecimiento, más vulnerabilidad

Rodion Ebbighausen /ERS12 de noviembre de 2013

Unos 20 tifones azotan cada año a Filipinas. También pende sobre el país la amenaza de terremotos y erupciones volcánicas, con graves consecuencias sociales y económicas.

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Imagen: Reuters/Romeo Ranoco

Filipinas es uno de los países más amenazados por catástrofes naturales. Figura en el tercer lugar del Índice Mundial de Riesgos 2013, de la “Alianza Desarrollo Ayuda”, después de Vanatu y Tonga. No solo se cierne sobre el archipiélago el peligro de tormentas, sino también el de inundaciones, terremotos y erupciones volcánicas.

Los costos directos de las catástrofes naturales merman anualmente el Producto Interno Bruto del país en un 0.8 por ciento, según explica a DW Jerry Velásquez, experto de la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (EIRD), de la ONU. A eso se suman “efectos secundarios e indirectos, que incrementa aún más los costos”, como indica un estudio del Banco Mundial y el Consejo de Coordinación de catástrofes de Filipinas. Además hay que agregar los altos costos sociales y medioambientales.

“Desde el año 2000, Filipinas padece un constante déficit de financiamiento para la superación de catástrofes”, apunta un informe de la ONU sobre reducción de riesgos de desastres. Vásquez afirma que el presupuesto nacional de 2013 para catástrofes, de unos 128 millones de dólares, ya ha sido agotado por el tifón Haiyan.

Philippinen Taifun Haiyan 12.11.2013
Imagen: Reuters/Erik De Castro

Costosa estrategia de evacuación

Los crecientes costos tienen diversas causas, como explica Velásquez: “Filipinas tiene una política de ‘cero víctimas', única en el mundo. Con una población cada vez mayor y más expuesta, eso implica que hay que evacuar a cada vez más personas”.

Existen diversas estrategias para poner a salvo a la gente: una evacuación temprana, apenas se registran los primeros signos de peligro, o una evacuación próxima al momento de la catástrofe. Filipinas apuesta por la primera estrategia. Pero cuando la catástrofe parece lejana y no se sabe bien a quiénes va a afectar, cuesta convencer a la gente de la necesidad de evacuar. Para motivar a las personas a dejar sus hogares, algunos gobernadores locales entregan cinco kilos de arroz a cada familia que acuda a los centros de evacuación. “Eso cuesta mucho dinero”, dice Velásquez. En los días previos al tifón Haiyan fueron evacuadas más de un millón de personas.

El crecimiento incrementa el riesgo

Otro factor que incrementa los costos en Filipinas es su crecimiento económico. Parece paradójico, pero mientras más rico es un país, mayor es el riesgo, hace notar Velásquez. El informe de la ONU plantea que las inversiones, que apuntan a aumentar la productividad y la competitividad, elevan también involuntariamente los peligros. Como ejemplo puede mencionarse el desastre nuclear de Fukushima. El uso de la energía nuclear aumentó la productividad de Japón, pero también incrementó el riesgo ya que, al producirse una catástrofe, las pérdidas humanas y económicas se vuelven incalculables.

El mismo efecto se registra en Filipinas, aunque en menor escala. El crecimiento económico del país, de casi un 7 porciento, se basa en el rápido aumento de la población productiva. Simultáneamente se incrementa el peligro, ya que las industrias se instalan cerca de los ríos o en regiones costeras, y la gente se traslada a los sitios donde hay trabajo. En consecuencia, cada vez son más las personas afectadas en caso de tormentas e inundaciones.

Cada vez son más personas las que viven en zonas de peligro.
Cada vez son más personas las que viven en zonas de peligro.Imagen: Reuters/Erik De Castro

Más vale prevenir que curar

Filipinas promulgó en 2010 la “Ley Nacional de Reducción y Gestión de Riesgos”. Esta contempla el reemplazo de la estrategia de reacción por una de prevención. Con este motivo, el presupuesto originalmente previsto para entregar ayuda en caso de catástrofes, se rediseñó: un 30 por ciento del dinero se destina ahora a la ayuda inmediata, mientras que el 70 por ciento se utiliza para financiar medidas de prevención y reducción de riesgos.

No obstante, todavía eso no se aplica adecuadamente, según Velásquez, que critica al gobierno por seguir destinando demasiado dinero a medidas paliativas. En lugar de eso, a su juicio es necesario que se tome más en cuenta el impacto de las catástrofes naturales en el diseño urbanístico y en la planificación de inversiones.