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Joschka Fischer se defiende

18 de febrero de 2005

Una comisión parlamentaria comenzó a investigar el otorgamiento irregular de visas en el Este de Europa, que ha puesto al jefe de la diplomacia alemana en el blanco de los ataques de la oposición.

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El ministro de Relaciones Exteriores alemán, en pie de guerra.Imagen: dpa

El paladín de Los Verdes nunca le ha tenido miedo a la polémica. Ni a las batallas políticas, que en su juventud libró con una vehemencia retórica a la que debe buena parte de su fama. En los últimos años, sin embargo, el cargo de ministro de Relaciones Exteriores pulió sus modales y puso sordina a su afilada lengua. Arrullado por el aplauso mayoritario de los alemanes, Joschka Fischer mutó de político combativo a hábil diplomático. Pero ahora que se ve en el centro de la polémica por el caso de las irregularidades en la concesión de visas en el Este de Europa, tendrá que demostrar que sigue estando en forma para defenderse.

El origen en Ucrania

El asunto se remonta a los primeros años de esta década, en que se decidió relajar en cierta medida el procedimiento para otorgar permisos de entrada a Alemania, aceptándose durante un período la presentación de un seguro de viajes como garantía de que los gastos de la persona en cuestión quedarían cubiertos en cualquier eventualidad. Eso provocó una estampida de solicitudes de visados, sobre todo en Ucrania, donde a todas luces hubo abuso del sistema.

La oposición alemana acusa al ministro de Relaciones Exteriores de haberse enterado del problema antes de lo que éste admite y de no haber tomado las medidas pertinentes a tiempo. Los máximos dirigentes conservadores no han solicitado directamente su renuncia, pero tampoco escatiman en reproches, afirmando que lo ocurrido favoreció el contrabando de personas hacia Alemania e incluso la prostitución forzada de mujeres de Europa del Este. El bando gubernamental replica, por su parte, que toda esta polvareda no tiene otro objetivo que enlodar la imagen de la figura más popular del gabinete de Gerhard Schröder y sacar dividendos electorales en los próximos comicios regionales.

No hay mea culpa

Tras un largo silencio, Fischer desemplovó su vieja espada de guerrero político en un acto electoral de Los Verdes, a pocos días de las elecciones regionales de Schleswig Holstein. Allí volvió a ser el de antes, encendiendo al auditorio con sus palabras. Pese a que el ministro de Relaciones Exteriores alemán aseguró recientemente que asumiría la responsabilidad política por los errores que se pudiera haber cometido en el caso de las visas, su discurso no fue en absoluto un mea culpa, sino una queja y una declaración de guerra a los opositores que lo acusan.

Varias décadas de ruedo suelen curtir a los políticos, que deben acostumbrarse a los ataques de sus adversarios. Pero que se lo culpe prácticamente de proxeneta es algo que hirió a Fischer, según él mismo señaló a sus correligionarios en un tono de convincente franqueza. El ministro de Relaciones Exteriores está dispuesto a recoger el guante y a defender su puesto en el gobierno alemán. Y, conociendo su trayectoria, de seguro usará todas sus municiones políticas, que no son pocas.