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La Cuba de Humboldt y Ruiz Urquiola

4 de julio de 2018

Hace más de 200 años Humboldt se topó con un país por narrar, ahora Ruiz Urquiola habita una nación donde los investigadores cuidan cada palabra y prefieren el silencio.

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Facebook Profilbild Ariel Ruiz Urquiola - in kubanischer Gefangenschaft - Hungerstreik
Imagen: Facebook/Ariel Ruiz Urquiola

A la entrada de la Universidad Alexander von Humboldt en Berlín una inscripción en español recuerda que la estatua del científico alemán que allí se erige fue un regalo de la Universidad de La Habana en homenaje a quien ha sido llamado "el segundo descubridor” de Cuba. Frente a esa imagen de rostro sereno debió pasar en repetidas ocasiones el biólogo Ariel Ruiz Urquiola en sus tiempos de colaboración con esa casa de altos estudios.

El nombre de este joven investigador, de 43 años, ocupó en los últimos días espacio en la portada de numerosos medios internacionales por haber mantenido una huelga de hambre durante más de dos semanas. Con el estricto ayuno, Ruiz Urquiola exigió su liberación tras haber sido condenado a un año de prisión por un supuesto delito de "desacato” en una causa viciada y plagada de irregularidades. De esa forma, el científico puso su vida en riesgo para demandar la libertad, utilizó su propio cuerpo como palanca de reclamo ante lo que consideró una injusticia.

Este martes, las autoridades cubanas cedieron en su tozudez y han excarcelado a Ruiz Urquiola. Le otorgaron una licencia extrapenal por motivos de salud que, sin bien no representa la anulación total de su condena, le permite regresar a casa y volver al proyecto agroecológico que gestiona en Viñales. Aunque su tenacidad le ha permitido ganar esta batalla, sabe que los ojos del oficialismo no le pierden pie ni pisada a la espera de hacerle pagar "la culpa” de reclamar públicamente, emplazar al Gobierno y, sobre todo, denunciar los daños ecológicos que se cometen en esa área protegida del occidente cubano. 

Yoani Sánchez
Yoani SánchezImagen: Reuters

Si a Humboldt le tocó un tiempo de descubrimientos y exploraciones, a Ruiz Urquiola le ha correspondido un duro momentos de complicidades en esta Isla. El alemán ayudó a ampliar los conocimientos de geografía, flora, fauna y hasta topografía de un país que apenas se conocía a sí mismo, pero más de dos siglos después la comunidad científica cubana vive atenazada entre la falta de recursos y el excesivo control del Estado. Los investigadores ahora son evaluados no solo por sus capacidades o los resultados de sus proyectos, sino especialmente por su fidelidad ideológica.

Por eso, no sorprende que durante todos los días en que el biólogo no ingirió alimentos no hubiera ningún pronunciamiento de solidaridad, o al menos un llamado a que se revisara su caso, de parte de los funcionarios, docentes y trabajadores del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba. Tampoco desde ninguna entidad oficial vinculada a la producción agrícola, el cuidado del ecosistema o el estudio de la fauna se alzó una sola voz para reclamar que se hiciera justicia por Ruiz Urquiola. 

Los medios oficiales tampoco mencionaron el caso, aunque las redes sociales ardieron con mensajes que exigían su pronta liberación y en las redes alternativas de información que recorren el país su rostro se volvió una constante. En contraste con el mutismo de la comunidad científica nacional, colegas de otras partes del mundo se unieron a la etiqueta #FreeAriel. 

Hace más de 200 años Humboldt se topó con un país por narrar, ahora Ruiz Urquiola habita una nación donde los investigadores cuidan cada palabra y prefieren el silencio.

por Yoani Sánchez, La Habana

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