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La utopía de la globalización

14 de agosto de 2002

El FMI espera que se produzcan milagros con sus créditos millonarios a economías en quiebra, como a Argentina, Uruguay y Brasil. Sus purgas radicales provocan la ira de las naciones más pobres.

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El alemán Horst Köhler, director del FMI.Imagen: AP

Aun cuando prácticamente todos los miembros de la comunidad internacional hacen uso de sus créditos blandos, los tecnócratas de Washington son recibidos con resquemor en los países beneficiados. Sus drásticas recetas para sacar a flote a los países en crisis son sumamente impopulares porque significan recortes a subvenciones, saneamiento inmisercorde de las finanzas públicas y un alto en seco a la emisión de dinero en circulación.

Todo esto se traduce invariablemente en recortes masivos de puestos de trabajo, caída del consumo por parte de la población, austeridad y pocos recursos del Estado para sostener el sistema social. En suma, las clases medias acaban empobrecidas y los más pobres, al borde de la inanición. El malo de la película siempre acaba siendo el FMI.

Sus orígenes en Bretton Woods

Hace cincuenta años, un 14 de Agosto de 1952, la República Federal de Alemania, se convirtió en miembro de la organización mundial. Buen momento para echar una mirada a la evolución del FMI y su papel como salvavidas de las naciones en quiebra. La organización, que surgió con el objetivo de establecer un nuevo orden financiero tras la Segunda Guerra Mundial, debía prevenir crisis en las balanzas de pagos, estabilizar los tipos de cambio y detener la espiral devaluatoria que experimentaban algunos de los países miembros.

El FMI comenzó sus labores en Marzo de 1947 con 29 países miembros, cinco años después, ingresó Alemania a la organización mundial. La división entre dos bloques irreconciliables fue la razón por la cual la ex-Alemania comunista, la antigua RDA, nunca ingresó.

Deciden los ricos por todos

Al contrario del sistema de funcionamiento de las organizaciones de la ONU, que se rigen por el principio de "un país, un voto", en el FMI se decide de acuerdo a la fuerza económica de sus miembros y el monto de sus contribuciones a los recursos de alrededor de 300 mil millones de dólares.

Entre más alta la contribución, mayor es el peso a la hora de tomar decisiones. Estados Unidos, cuya contribución representa un 17% de los ingresos de la organización, es el país con la mayor capacidad de decisión y con ello puede bloquear importantes iniciativas. Los países de la Unión Europea aportan conjuntamente un 30% del capital del FMI. Alemania por sí sola aporta un 6%.

Los países en desarrollo entre los 184 países miembros se encuentran insuficientemente representados. De esta forma gigantes como Brasil, India y China cuentan conjuntamente con un 6,4% de los votos, su peso es comparable al que ejerce Alemania sola. El débil peso que tienen los países en desarrollo es considerado la principal deficiencia de la organización mundial.

"Siete naciones industrializadas determinan por si solas el programa del FMI y con ello la orientación de políticas económicas de largo plazo en detrimento de importantes ámbitos de la vida de una nación como son las cuestiones sociales, ecológicas y de desarrollo", afirma la directora de la ONG alemana llamada ‘Economía Mundial, Ecología y Desarrollo', WEED, Barbara Unmuessig.

Los mandamientos del Fondo

Pero esa no es la única razón por la cual el FMI es impopular entre los anti-globalistas. No se accede a sus créditos tan fácilmente, primero hay que cumplir con estrictas pre-condiciones. En el marco de duras negociaciones entre funcionarios del fondo y representantes gubernamentales, se establecen lineamientos para reducir el déficit presupuestal, índices de inflación y el pago de la deuda externa.

Para alcanzar el objetivo prioritario de sanear las finanzas públicas, se recortan subvenciones en artículos de primera necesidad, como pan, tortillas o tanques de gas, básicos en muchos países en desarrollo. No queda más remedio para los gobiernos nacionales que echarle la culpa a los chicos malos de Washington.

Lo cierto es que a menudo el detonador de las crisis son errores nacionales en la política económica. El hecho de que el FMI no se haya preocupado por hacer sus peritajes de las economías nacionales lo más transparente posible ante la opinión pública, le ha creado una mala fama. No faltan las manifestaciones masivas en cada asamblea general del Fondo o de su organización hermana, el Banco Mundial.

Nuevos aires en Washington

El alemán Horst Köhler es director de la organización con sede en Washington desde abril del 2000, y con él llegaron nuevos vientos. Al tomar posesión afirmó su convicción de poner en marcha un diálogo amplio y abierto ante la opinión pública y organizaciones no gubernamentales. "Tenemos el deber de aclarar nuestra labor mejor de lo que se ha hecho en el pasado."

A pesar de que han aumentado sus competencias y sus posibilidades de crédito, la organización no ha podido evitar los colapsos financieros ocurridos durante los últimos años. El más estrepitoso fue el caso argentino, cuya economía ha caído en espiral a pesar de habérsele otorgado una línea de crédito de 21.500 millones de dólares en el 2001.

La democratización de las instituciones: una utopía

Eso ha sido motivo de crítica por parte de Estados Unidos al FMI, y desde un flanco muy diferente al de los anti-globalistas. Los monetaristas de Washington dicen que acciones salvavidas como ésa distorsionan las libres fuerzas del mercado y recompensan políticas económicas equivocadas reflejadas en los problemas en las balanzas de pago. Pero Köhler insiste en que el FMI es la institución que debe hacer frente a los problemas financieros internacionales.

"Es la plataforma ideal para encontrar respuestas adecuadas y decidir cómo se enfrenta la globalización", afirma. Debieran beneficiarse de ella también los países más pobres, y no sólo las naciones industrializadas, pero eso todavía sigue siendo una utopía.