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La xenofobia destruye el sueño panafricano

Claus Stäcker
6 de septiembre de 2019

En Sudáfrica se registra una nueva ola de violencia contra los extranjeros. Blanco de los ataques son los más débiles. A juicio de Claus Stäcker, el país es escenario de una brutal lucha por el reparto de los recursos.

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Südafrika, Johannesburg: Ausschreitungen in Malvern
Imagen: Getty Images/AFP/G. Sartorio

En Sudáfrica, los inmigrantes de países vecinos –los kwerekwere, como son llamados peyorativamente– son objeto de hostilidades cada cierto tiempo. Hoy día se trata de cuatro millones de africanos que buscan su suerte en el sur del continente, así como otros tantos la buscan en el norte. Como en Europa, la migración se ha convertido en una cuestión ineludible en la región. Y, como en 2008 y 2015, lo que vuelve a tener lugar en Sudáfrica es una lucha por el reparto de los recursos en el peldaño más bajo de la escalera económica.

Generalmente, quienes emigran a Sudáfrica son personas con cualificaciones más altas que las que se dirigen hacia Europa. Con frecuencia son más exitosos que los sudafricanos y, como trabajadores, son más rápidos y tienen mayor experiencia. También suelen ser más refinados y estar más dispuestos a sacrificarse. Aquellos que se ven en la necesidad de alimentar a una familia en el vecino Zimbabue, un Estado fallido, no tienden a protestar en Sudáfrica contra las miserables condiciones de trabajo ni contra los sueldos de hambre.

Claus Stäcker, redactor en jefe del Programa para África de DW.
Claus Stäcker, redactor en jefe del Programa para África de DW.

La mayoría de quienes emigran a Sudáfrica son zimbabuenses; su mano de obra tiene alta demanda en el país porque ellos se quejan muy poco y dominan muy bien el inglés para los negocios. Eso hace que, en relativamente poco tiempo, se les asignen responsabilidades de supervisión y gerencia, mientras sus colegas sudafricanos se quedan atrás, convencidos de que su ascenso profesional está asegurado, como si se tratara de una herencia. También en el sector informal las tiendas están predominantemente en manos de extranjeros.

Buena parte de los negocios de somalíes, pakistaníes y nigerianos, que alimentan a media Sudáfrica, son más exitosos que los operados por sudafricanos. Por otro lado, no es raro que sean nigerianos quienes ganan su dinero con drogas y prostitución. Se presume que el detonante de la más reciente ola de ataques xenofóbicos en la capital sudafricana, Pretoria, fue precisamente el asesinato de un taxista sudafricano a manos de un narcotraficante nigeriano. En este país basta un rumor para que la gente se encrespe y se ponga violenta.

Una mezcla explosiva

Y la rabia siempre está a flor de piel porque, también en Sudáfrica, ocho millones de personas tienen dificultades para alimentar a sus familias. Eso se debe, primero, a que el partido gobernante, el Congreso Nacional Africano (CNA), pasó décadas haciendo promesas inviables; segundo, a que el Gobierno de Jacob Zuma paralizó por completo la economía local; y tercero, a que el sistema educativo tardó muchos años en cualificar a los estudiantes para el mercado de trabajo. A eso se suma que el Estado capituló ante la violencia.

La violencia parece haberse convertido en un fenómeno inextirpable de la vida cotidiana. Dicho de una manera cínica: en Sudáfrica es normal que un disturbio deje de cinco a siete muertos. Estadísticas señalan que cada día termina con un saldo de 57 víctimas de homicidio. En Ciudad del Cabo, donde justo ahora se reúne la élite del continente para asistir al Foro Económico Mundial, miles de personas protestan en las calles; no contra los actos xenofóbicos recientes, sino contra la violencia estructural de la que son blanco las mujeres en el país.

“¡Ya basta!”, corean, refiriéndose a brutales maltratos, violaciones y asesinatos. En la misma ciudad, el Ejército tuvo que incursionar en las precarias urbanizaciones conocidas como townships para ponerle coto a la sangrienta guerra entre pandillas; la Policía se rindió hace tiempo. Así de rutinaria, así de abarcadora es la ley del más fuerte que impera en Sudáfrica; ella marca a su sociedad, dejando amilanados y desorientados a los ciudadanos honrados. Esa violencia tiene causas muy diversas y éstas tienen su origen en un pasado remoto.

Pero esa violencia deja entrever, ante todo, el fracaso del Estado sudafricano. Éste ni siquiera refutó el cuento increíble de que la culpa de la criminalidad es completamente atribuible a los extranjeros. Con frecuencia, los discursos y los actos xenofóbicos fueron tolerados y hasta fomentados desde arriba, en mayor o menor grado. Aunque el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, articuló palabras conciliadoras a última hora y ya existe un plan de acción nacional contra la violencia xenofóbica, el resto de los africanos perdió la paciencia.

Nigeria y políticos de alto rango de otros Estados africanos boicotearon el Foro Económico Mundial de Ciudad del Cabo. Estrellas pop nigerianas cancelaron conciertos en Sudáfrica. La federación de fútbol de Zambia suspendió el partido amistoso pautado para el próximo año. Comercios, automóviles y otras propiedades de ciudadanos sudafricanos sufrieron daños en Nigeria y Zambia; hasta las embajadas sudafricanas en esos países fueron atacadas. En Tanzania se han hecho llamados para boicotear los productos sudafricanos en el mercado.

Los vecinos de Sudáfrica están molestos y amargados; ellos se toman muy a pecho el comportamiento xenofóbico de mucha gente en ese país. Los negros sudafricanos fueron apoyados por sus hermanos en el continente en la era del apartheid; muchos de ellos fueron bien recibidos como estudiantes en Nigeria, Tanzania, Zambia y Argelia; a muchos de ellos se les otorgó asilo y se les dio privilegios fuera de su tierra natal. De ahí que la “nueva Sudáfrica”, regida por el CNA, despertara tantas expectativas a partir de 1994.

Ahora, con cada linchamiento, con cada comercio saqueado, con cada vivienda quemada, muere un poco de esperanza, muere un poco del sueño panafricano, el sueño de un África pujante, sin fronteras, sin aduanas y sin guerras.

(erc/cp)

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