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Merecida derrota de Novak Djokovic

Andreas Sten-Ziemons
16 de enero de 2022

Se tomó la decisión final en el caso de Djokovic: el Abierto de Australia no tendrá al serbio. En retrospectiva, hay muchos perdedores, opina Andreas Sten-Ziemons, pero el mayor de todos es la propia estrella del tenis.

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Novak Djokovic Archivbild
Novak Djokovic, número uno de la clasificación mundial de tenis, no participará en el Abierto de Australia.Imagen: Alexey Filipov/Sputnik/picture alliance/dpa

El primer ministro de Australia, Scott Morrison, ya había pronunciado la última palabra en el asunto de Novak Djokovic hace más de una semana: "Las reglas son las reglas", y ellas también se aplican al mejor tenista del mundo, le guste o no.

Djokovic no podrá participar en el Abierto de Australia en Melbourne e incluso antes de que comience el torneo ya es uno de los grandes perdedores. Por desgracia, causó algunos daños colaterales en el proceso. La reputación de las autoridades australianas, el organizador del torneo y la federación mundial de tenis ATP también se vio salpicada durante la interminable saga de Djokovic.

Sucesión de mentiras

Podemos aceptar que Djokovic, que es un antivacunas convencido, aterrizara en Melbourne a principios de enero con la buena fe de que los documentos que había aportado eran suficientes para entrar. Pero cuando vio que no fue así, las cosas se volvieron absurdas.

Kommentarbild von Andreas Sten-Ziemons
Andreas Sten-Ziemons. Imagen: Slawa Smagin

De repente se reveló un contagio de coronavirus del que ya se había recuperado y que no había sido mencionado antes, pero que lo convirtió en una persona recuperada de la enfermedad. Luego vino una disculpa pública cuando quedó claro que, como persona contagiada, habría sido mejor no reunirse con un grupo de niños y periodistas un día después de salir positivo en un test. Además, surgió de la nada un supuesta nueva prueba positiva, que rápidamente resultó ser falsa.

Una mentira casi siempre lleva a otras, y en algún momento toda la construcción se derrumba. No sería de extrañar que el serbio tuviera que volver a rectificar y admitir que el test que se hizo en diciembre era falso y que en realidad no estuvo infectado en absoluto, para que no sea procesado por violar la normativa anti-covid-19 en Serbia y España. Si esto ocurriera, conduciría probablemente a nuevas investigaciones por falsificación de documentos o engaño.

¿Quién es el idiota?

Djokovic parece vivir en un universo propio, en el que él es el sol alrededor del cual gira todo. El hecho de que sea venerado como un santo en su Serbia natal y que haya habido manifestaciones públicas para su liberación no lo ayuda, sin duda, a mantener los pies en la tierra. Tampoco las declaraciones del padre de Djokovic sobre que su hijo sería crucificado como Jesús.

Es bueno que el ministro de Inmigración de Australia, Alex Hawke, haya mostrado más realismo con su decisión de revocar el visado de Djokovic. Es una lástima que el atleta y sus asesores no se hayan dado cuenta de que no se podía ganar el combate y hayan presentado otro recurso. Es bueno, de nuevo, que esto también haya sido rechazado en última instancia.

"Todos jugamos según las reglas para venir a Australia y participar en el torneo", dijo hace unos días el rival de Djokovic, Stefanos Tsitsipas, en una entrevista con el canal de televisión indio WION. "Una minoría muy pequeña decidió seguir su propio camino. Eso hace que la mayoría parezca idiota", agregó el griego en referencia a la decisión de Djokovic de no vacunarse e incluso así aventurarse a entrar al torneo.

¡Falso! El idiota de esta historia es Djokovic.

(mn/rr)