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Opinión: La ironía del golpe

Seda Serdar17 de julio de 2016

La fallida revuelta pone a Turquía ante una nueva prueba de blancura democrática. ¿Se mantendrá la solidaridad de todos los partidos? El avance del Gobierno contra la oposición alimenta serias dudas, opina Seda Serdar.

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Imagen: Reuters/A. Konstantinidis

Fue más una demostración de fuerza que una prueba de solidaridad. La tarde del sábado 16 de julio, apenas unas horas después del fallido intento de golpe de Estado, miles de personas salieron a las calles para apoyar al presidente Erdogan. Como en la noche anterior, cuando enfrentaron a las tropas insurgentes, los partidarios del mandatario ocuparon las plazas, siguiendo las instrucciones del mandatario.

El presidente Erdogan se jacta de ser capaz de movilizar a las masas cuando él quiera. Y ha demostrado que es cierto. ¿Es eso una prueba de unidad? Las divisiones en la sociedad turca se han profundizado en los últimos años y no desaparecerán de la noche a la mañana. Sin embargo, el llamado a la unidad y la capacidad de todos los partidos para actuar en conjunto ante lo sucedido el 15 de julio pueden dar algo de esperanza.

Nueva ola de detenciones

Gülen y Erdogan. Antes aliados, hoy enemigos.
Gülen y Erdogan. Antes aliados, hoy enemigos.Imagen: picture-alliance/Zaman/AA/B. Ozkan

Las próximas jornadas serán decisivas. Tras el intento de golpe no solo fueron detenidos militares, sino también más de 2.700 jueces y fiscales. Todos ellos son acusados de pertenecer al movimiento Gülen, que es calificado como organización terrorista por el gobernante partido Justicia y Desarrollo (AKP). Hace largo tiempo que Erdogan ha cargado contra su exaliado Gülen. La diferencia es que ahora lo puede hacer abiertamente bajo el manto protector de la democracia.

He acá, pues, una dosis de ironía. El mismo Fathullah Gülen que alguna vez ayudó al gobierno del AKP a debilitar las fuerzas seculares del Ejército ahora es acusado de intentar, según Ankara, derrocar al Gobierno de Erdogan.

Aún más irónico es que precisamente este gobierno turco, con sus conocidas deficiencias, quiera presentarse ahora como un defensor de la democracia. La comunidad internacional seguramente no se dejará engañar, pero a nivel interno Erdogan puede sacar provecho de esa estrategia. Y esto es preocupante no solo para los partidarios de Gülen, sino para todos los opositores del AKP que podrían terminar presos en esta ola de detenciones.

La extradición de Gülen

Ahora surgen dos preguntas. Primero, ¿puede Turquía exigir la extradición de Gülen? La reacción de Estados Unidos fue más bien indiferente a la solicitud expresa de Erdogan, pero éste no se rendirá tan fácil y de seguro insistirá. Por otro lado, en Turquía corren fuertes rumores de que Washington estaría detrás del golpe. Con esto, las ya deterioradas relaciones entre ambos socios de la OTAN podrían dañarse aún más.

Segundo: ¿Servirá el golpe fallido a los intereses del presidente Erdogan y a conseguir su objetivo de convertir a Turquía en un país con un sistema presidencial? Aun cuando el primer ministro, Binali Yildirim, dijo poco antes de la intentona golpista que no habría elecciones parlamentarias anticipadas, esto podría cambiar. Para una ciudadanía cansada de llamados a las urnas y una oposición debilitada, ese sería un escenario de pesadilla.

Turquía ha vivido en los últimos años momentos muy difíciles. El intento de golpe es uno más en la lista. Y aunque ha fallado, su sombra oscurecerá por largo tiempo al país.