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Opinión: Donald Trump, el falso gigante

Thomas Latschan
15 de noviembre de 2017

De lejos decía mucho y en Beijing se mostró suave. El primer viaje de Trump a Asia demostró, sobre todo, que el presidente de EE. UU. difícilmente puede oponerse a la futura potencia mundial China, opina Thomas Latschan.

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USA Donald Trump Abflug aus Peking
Imagen: Reuters/J. Ernst

Que el presidente de China, Xi Jinping, lea los libros infantiles alemanes es algo improbable. Pero si lo hiciera, seguramente conocería al Sr. Tur Tur, un personaje del clásico libro de Michael Ende "Jim Knopf". Este señor Tur Tur es un gigante ficticio: cuanto más lejos está de uno, más grande y amenazante parece. Pero cuanto más te acercas a él, más se encoge a la normalidad, hasta que al final se queda parado frente a ti como un hombre mayor que ya no le causa más miedo a nadie.

Solo critica desde lejos

Desde la perspectiva del jefe de estado de China, Donald Trump tiene mucho de este gigante falso. Esto ha quedado en los ojos del mundo, una vez más, tras la reciente visita asiática del Presidente de Estados Unidos. Desde una distancia segura, ya sea en la cumbre de la APEC, en Vietnam o en la cumbre de la ASEAN, en Filipinas, Trump volvió a atacar, se mostró en contra de las prácticas comerciales de China, como en contra de la "devaluación artificial del yuan" o "el robo de masa de propiedad intelectual". Además amenazó a los chinos con sanciones económicas y barreras arancelarias.

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Thomas Latschan, periodista de DW.

Sin embargo, el contraste con su visita de Estado a China no podría ser mayor. Allí, Donald Trump repentinamente se domesticó, elogió al presidente chino en los más altos tonos y quedó impresionado de su poder. Incluso, Trump cambió temporalmente su fondo de pantalla en su cuenta de Twitter: con orgullo mostró por un tiempo una foto al lado de Xi Jinping durante su visita y alabó efusivamente la ceremonia de bienvenida que le dio su anfitrión chino. Así, Trump, el gigante ficticio, se hizo pequeño.

Tan pequeño que, en términos de política global, solo mira más allá de su propia nariz cuando los puestos de trabajo en Estados Unidos parecen amenazados. Incluso con Asia, EE. UU. al mando de Trump carece de una estrategia clara; especialmente sus planes hacia las "Naciones del Indo-Pacífico" permanecen difusos.

La política de Barack Obama "Pivot to Asia” tenía como objetivo acaparar los países vecinos de China en términos de política económica y de seguridad, limitando así las esferas de influencia de Pekín. El Tratado de Libre Comercio Transpacífico (TPP) fue un elemento importante en este sentido. Obama lo veía principalmente como un instrumento de política exterior, mientras que Donald Trump temía la venta de la economía estadounidense y renunció a él.

Sus aliados leales molestos

Japón, uno de los aliados más leales, fue castigado por el presidente estadounidense en su viaje a Asia por supuestas prácticas comerciales desleales. El Gobierno en Taiwán, incluso, se sacudió durante la visita de Trump a Beijing: el presidente electo Tsai le pidió al presidente de Estados Unidos que no mencionara a su país en absoluto frente a China, por temor a que use el estatus de Taiwán como un elemento de negociación para un acuerdo entre Estados Unidos y China en el conflicto de Corea del Norte.

Los antiguos aliados en la región reaccionan cada vez más molestos. Los chinos, por otro lado, se venden como socios confiables y explotan el vacío de poder dejado por los EE. UU.: geopolíticamente, por ejemplo, al expandir las bases navales en el mar de China Meridional. Una política económica a través de inversiones masivas a lo largo de la "Nueva Ruta de la Seda", que llega hasta muy lejos en Europa. La política de desarrollo mediante el establecimiento y la expansión del "Banco de Inversión en Infraestructura de Asia" (AIIB), que proporciona préstamos enormes para los países en desarrollo y emergentes. Y también la política cultural a través del rápido desarrollo de cada vez más Institutos Confucio en todo el mundo. A diferencia de Trump, Xi Jinping persigue una clara estrategia política global. Y así, el ascenso de China al poder mundial no solo crece por su propia fuerza, sino también por el hecho de que Trump renuncia voluntariamente al liderazgo de EE. UU. en Asia y en el mundo. De modo que Estados Unidos se aísla cada vez más a sí mismo, y esto, a pesar de que ellos todavía cuentan en el futuro previsible con la mayor potencia militar del mundo.

En la campaña electoral, Donald Trump prometió hacer que Estados Unidos "volviera a ser grande". En términos de política mundial, sin embargo, transforma a la antigua superpotencia cada vez más en un gigante falso.

Autor: Thomas Latschan (CT)