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Opinión: Arabia Saudita, el cinismo como razón de Estado

Kersten Knipp
10 de agosto de 2018

A pesar de las muchas bajas civiles, Arabia Saudita continúa la guerra en Yemen. Un régimen que también ataca a su propio pueblo. El comportamiento del régimen saudí es arrogante, dice Kersten Knipp.

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Manifestación en Berlín por la liberación del bloguero Raif Badawi, preso en Arabia Saudita.
Manifestación en Berlín por la liberación del bloguero Raif Badawi, preso en Arabia Saudita. Imagen: picture-alliance/dpa/P. Zinken

Fue un error, uno de muchos. En realidad, admitió un portavoz de la coalición militar en Yemen, el ataque estaba dirigido contra el grupo insurgente de la etnia hutí. Pero los misiles no impactaron a guerrilleros sino a un autobús escolar lleno de niños: mataron a 29 estudiantes y casi 50, incluidos 30 niños, fueron heridos.

El error que mató a tantos niños es sintomático de la implacabilidad con que la coalición liderada por Arabia Saudita comanda la guerra en Yemen, desde hace tres años y medio. Casi 6.000 civiles han muerto ya en este conflicto, y más de 9.000 han sido heridos. Más de 22 millones de personas dependen de suministros de socorro, más de dos millones y medio de jóvenes yemeníes se han quedado sin escuelas. Arabia Saudita y sus aliados están bombardeando a Yemen hasta dejarlo en la más profunda miseria.

Ciudadanos como botín

Hasta ahora, la coalición ha logrado poco: los hutíes, los mayores rivales de los sauditas, y aliados de Irán, siguen invictos. Pero, a pesar de todas las víctimas, Arabia Saudita continúa su guerra de poder en suelo ajeno. Sus ataques impactan poco a la cúpula política y militar, aunque sean letales para la población civil. La coalición sigue bombardeando el país desde el aire. Como en el ataque al bus escolar, que pretendía ser una represalia por el lanzamiento de cohetes hutíes hacia territorio saudí. Con o sin motivo, los bombardeos siguen.

Kersten Knipp, periodista de DW.
Kersten Knipp, periodista de DW.

El cinismo del régimen de Arabia Saudita es también evidente en el trato dado a su propio pueblo, como si fuera propiedad del Estado y no ciudadanos con derechos civiles. Hace solo unos días, el régimen saudita arrestó a dos jóvenes activistas de los derechos civiles, incluida la hermana del bloguero Raif Badawi, encarcelado desde hace años. Las razones no se conocen por el momento. El único motivo para el arresto, de acuerdo con los activistas saudíes de derechos humanos, es intimidar aún más a los potenciales críticos.

La creciente irritación del régimen saudí también se refleja en su respuesta a un tweet del ministro de Asuntos Exteriores canadiense que criticaba dichos arrestos y pedía la liberación de las mujeres defensoras de los derechos humanos. Arabia Saudita reaccionó expulsando al Embajador de Canadá y retirando al suyo en Toronto. Arabia Saudita también anunció su intención de congelar las relaciones comerciales y los programas académicos entre ambos países.

¿Semejantes medidas, solo por un trino?

La desproporción de la conducta del régimen saudí revela una arrogancia dictatorial hacia todos aquellos que piensan de manera diferente, contra sus ciudadanos indefensos y contra otros Estados. Esto es solo muestra de un aterrador absolutismo. Un absolutismo que hay que rechazar. Por ello, el parlamentario cristiano-demócrata Norbert Röttgen tiene razón al pedir a la UE y al gobierno alemán que declaren su solidaridad con Canadá y rechacen la acción de Arabia Saudita.

Es vergonzoso que ni Berlín ni Bruselas hayan rechazado la conducta de Arabia Saudita, hasta ahora. La Unión Europea se considera una comunidad de valores. ¿Pero qué pasa con esos valores cuando los dictadores nadan en campos petrolíferos?

Kersten Knipp (jov)