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Opinión: El fin del consenso sobre el coronavirus

Martin Muno
30 de abril de 2020

En las últimas semanas, la sociedad alemana estaba de acuerdo en que la única forma de contener la pandemia es a través del distanciamiento social. Si este consenso se desmorona, el resultado podría ser devastador.

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Las zonas peatonales se llenaron cuando se permitió que las primeras tiendas pudieran reabrir, como aquí en Dortmund
Las zonas peatonales se llenaron cuando se permitió que las primeras tiendas pudieran reabrir, como aquí en DortmundImagen: picture-alliance/dpa/B. Thissen

Mientras que muchos países han establecido estrictos toques de queda, y en Nueva York se cavaron fosas comunes como medida de precaución, Alemania parece lidiar la crisis notablemente bien. Es cierto: el virus también sigue extendiéndose aquí, causa muertes también y cientos de miles de personas están perdiendo sus trabajos e ingresos. Pero haciendo una comparación a nivel internacional, hasta ahora, Alemania va bien: las medidas coercitivas son relativamente leves y el número de muertes es bajo.Además, hubo un notable consenso en que la estrategia de distanciamiento social era la correcta y que requirió el sacrificio de muchas personas.

Sin embargo, este consenso se está desmoronando cada vez más: la gente se apiña en zonas peatonales y parques como si nunca hubiera habido medidas de distanciamiento. Uno tras otro, los dueños de los negocios no dejan de exigir que se ponga rápidamente fin a las restricciones. Y el político de Los Verdes, Boris Palmer, critica abiertamente el hecho de que en Alemania se esté salvando a personas que "de todos modos, estarían muertas en seis meses".

El deseo nostálgico de la "normalidad"

Las críticas al aislamiento vigente suenan a veces bastante divertidas. Por ejemplo, el director de teatro Frank Castorf afirmó públicamente que no quiere que "Merkel me diga con cara de pena que tengo que lavarme las manos". Es comprensible también cuando, por ejemplo, los padres de niños pequeños desean desesperadamente que las guarderías o los parques infantiles vuelvan a abrirse. A veces se vuelve reprochable cuando Christian Drosten, el virólogo más famoso de Alemania, recibe amenazas de muerte.

Claro. Todos deseamos regresar al estado previo a la pandemia, que se describe por todos lados como "normal". Pero antes de la pandemia también estaban el cambio climático, los refugiados que se ahogan en el Mediterráneo y las aerolíneas a punto de irse a la quiebra. También Donald Trump estaba diciendo antes tonterías. No, el mundo no estaba bien, pero podías visitar a tus parientes, tomar un trago en un bar o abrazar a tus amigos.Los católicos y los musulmanes podían celebrar sus ceremonias religiosas.

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Los sentimientos nostálgicos no ayudan en este momento. La tan preciada "normalidad" está todavía muy lejos. El encierro fue un cambio emocionante al principio, pero ahora nos encontramos ante un largo camino por correr, cuyo final es imprevisible. Es comprensible que alguien se queje.

Debates necesarios que no le gustan a la canciller

También es comprensible la creciente confusión de la población: ¿la máscara ayuda o no ayuda?No solo cada político ha expresado su opinión sobre esto, sino también el Instituto Robert Koch (RKI), que es competente y que tomó un extraño curso de acción en esta materia. En cada estado federado se aplican medidas diferentes. Esto no significa necesariamente que se valide la autoridad de los políticos y expertos.

Por supuesto que las restricciones no tienen precedentes. Afecta profundamente nuestros derechos constitucionales. Aquí tendremos que considerar meticulosamente lo que es justificable: el debate sobre dónde y por cuánto tiempo se almacenarán los datos en la aplicación móvil (Corona-App) para enfrentar el coronavirus es un ejemplo de esto. También debe haber debates públicos sobre qué restricciones pueden ser levantadas y en qué momento, incluso si la canciller alemana, Angela Merkel, no lo estima.

La libertad o la vida: el conflicto de todos

Martin Mundo, redactor de Deutsche Welle.
Martin Mundo, redactor de Deutsche Welle.

Por otra parte, lo esencial suele pasar a segundo plano: el hecho concreto es que un virus amenaza la salud y la vida de todas las personas en una magnitud no antes experimentada por nosotros. Si ahora dejamos la política de "aplanar la curva", nos arriesgamos a una propagación descontrolada del virus con millones de muertes. Este hecho debería ser indiscutible, pero cada vez se duda más o se le resta importancia.

Ya sea un canciller o un cajero, la restricción temporal de nuestras libertades individuales a favor de la salud y la vida de las personas, es el conflicto intereses en el que nos encontramos todos. Es irrelevante si se permite que las tiendas de autos o de muebles abren primero. Tampoco se trata de demostrar una supuesta frialdad violando deliberadamente la medida de distanciamiento.

Se trata de dos cosas: en primer lugar, que todas las regulaciones se hagan en procesos democráticos, como resultado de discusiones, decisiones abiertas y transparentes. Y en segundo lugar, se trata de nuestro entendimiento de la libertad. La libertad significa que, hasta cierto punto, puedes hacer las cosas que quieres hacer. Se trata más bien de un significado que el filósofo Georg Friedrich Wilhelm Hegel ya había elaborado: la libertad significa hacer una elección racional en las condiciones dadas. En situaciones excepcionales como estas, esto también puede significar aceptar restricciones.

(ju/jov)

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