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Nuevo aeropuerto de Berlín, la vergüenza de la capital

Henrik Böhme
31 de julio de 2019

En el futuro aeropuerto de Berlín se celebró la inauguración de una nueva terminal. Además, comenzó una prueba general de los sistemas que deberán operar en BER. Como sea, Henrik Böhme sigue escéptico.

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Berlin | Unfertiger Flughafen BER
Imagen: Getty Images/M. Tantussi

El nuevo aeropuerto de Berlín debería ser rebautizado. De Aeropuerto Willy Brandt tendría que pasar a llamarse como otro socialdemócrata, Klaus Wowereit. Sería un tributo para quien fue alcalde de Berlín y se hizo conocido por tres frases: "Soy homosexual y eso está bien”. Segunda: "Berlín es pobre, pero sexy”. Otra: "Terminaré el aeropuerto”.

Por la primera obtuvo respeto. Por la segunda, una sonrisa. Por la tercera... bueno, debería ser condenado. Porque él, que quería hacer felices a los berlineses (y también a los habitantes de Brandeburgo) con un nuevo aeropuerto, debió haber sacado sus manos de esto para dejar el control a profesionales. Si hubiera hecho eso, el aeropuerto estaría operando hace rato, con un presupuesto manejable y sin haber dañado tanto la imagen de Berlín.

Escaleras mecánicas y más

Si podemos llamar de alguna manera a este aeropuerto, en el que hasta ahora ningún avión ha aterrizado, es como una vergüenza. Por el fracaso político, el encubrimiento, las cosas falsas, los chivos expiatorios, el despilfarro. Ante todo, debe convertirse en un monumento que nos recuerde: ¡nunca dejes algo como esto en manos de un político! Uno como Wowereit ha dejado a Berlín, y también a Alemania, en ridículo. Quizás solo Berlín se ríe de alguien como Wowereit. Pero del fallido aeropuerto berlinés se ríe todo el mundo.

Henrik Böhme.
Henrik Böhme.

Los primeros cálculos son del pasado milenio. Bueno, de 1995, eso suena mejor. La inauguración tardaría 2.831 días, y quedó fijada para el 30 de octubre de 2011. Luego vino la primera de seis postergaciones. El segundo intento de inauguración fue fijado para el 24 de mayo de 2012 y había 40.000 (!!!) invitados. Incluso hubo colegas que tuvieron en sus manos tickets para viajar en el primer avión que aterrizaría en el aeropuerto, el 3 de junio de 2012. La cancelación se produjo tres semanas antes.

Si pusiéramos en papel la larga lista de deficiencias, acabaríamos con los bosques de Alemania. Y si sumamos actas, contratos de consultoría, procesos y renuncias, tanto peor.  ¿Y cuáles eran (y son) los problemas? Hablemos del sistema de extracción de humo, conocido en los círculos entendidos como "el monstruo”, con el que comenzó toda esta miseria. Luego se supo que las escaleras mecánicas tenían algunos escalones muy cortos. Y que si el viento soplaba en una dirección determinada, el agua de la lluvia ingresaba al sistema de ventilación. Y que en algunos casos se usó material que no eran antincendios. Y que las secciones de reabastecimiento subterráneo no encajaban. Y que en algunas escaleras faltaban metros, que no había conexión con Bomberos y, atención: más de 1.000 árboles fueron plantados incorrectamente.

¿Y Willy Brandt?

Es tan absurdo que resulta a la vez gracioso y lamentable. Algunos políticos, sumidos en su megalomanía, seguramente lo vieron de otra manera, porque después de todo serán los contribuyentes, y solo ellos, los que pagarán la gigantesca factura. De los 1.700 millones de euros originales la cuenta ha llegado hasta los 7.300 millones. Pero recordemos: el aeropuerto aún no ha sido inaugurado.

El aeropuerto ahora será inaugurado el año 2020 (¿apuestan que no?), y debería inmediatamente ser puesto bajo protección en su condición de monumento, con toda esa tecnología obsoleta que tenemos ahí. Veamos: el año pasado debieron ser reemplazados 750 monitores. ¿Por qué? Porque pasados seis años, muchas cosas se echaron a perder y llegaron al final de su vida útil. Costos: medio millón de euros. En fin, ¿a quién le importa?

Por cierto, no sería mala idea preguntarles a los descendientes de Wiily Brandt si todavía quieren que el aeropuerto lleve su nombre. El respetado socialdemócrata no se merece algo así. (dzc/few)

Autor: Henrik Böhme

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