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Opinión: Una guerra pervertida

Kersten Knipp
21 de febrero de 2018

Cada vez se revela de forma más evidente que la guerra en Siria carece de toda lógica. Kersten Knipp opina que está impulsada por tácticas a corto plazo y actores cínicos sin una estrategia duradera.

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Syrien Aleppo Checkpoint Syrische Armee
Imagen: Reuters/O. Sanadiki

Seguir la lógica de las potencias que intervienen en Siria es entrar en una matemática perversa. ¿Quién pacta qué con quién y por qué? No hay acuerdo que funcione ni que dure unos momentos o unos días hasta que vuelva a colapsar. Y vuelta a comenzar desde cero el análisis de la situación. De nuevo el caos, de nuevo el intento de comprender la lógica de quienes se alían y, poco tiempo después, llegar a la conclusión de que las nuevas alianzas se acabarán derrumbando en poco tiempo. Los motivos de los actores han perdido racionalidad. Al menos, una racionalidad que perdure días o semanas.

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Ahora es el ataque de Turquía en Afrin. Según numerosos analistas, Moscú ha dado a Ankara luz verde para llevarlo a cabo. Pero, un momento, ¿Rusia, la potencia que protege a Assad? ¿Por qué habría de hacerlo? No hay respuestas por parte de Moscú. Una de las suposiciones es que con la entrada turca en Siria, Turquía provoca de paso a Estados Unidos, aliado de los kurdos sirios. Así pues, se produce un distanciamiento, un desencuentro entre dos socios de la OTAN. Según esta teoría, a los rusos les conviene esta tensión, porque socava la unidad dentro de la OTAN y eso puede tener un efecto positivo para Rusia en cuanto a las tensiones con Ucrania.

Cínicos juegos de poder

Otras voces consideran que lo que está en juego para Rusia es otra cosa: el ataque puede llevar a Turquía a una guerra de desgaste que finalmente obligue a  una Turquía debilitada a efectuar un giro hacia Rusia. Eso sería un punto a su favor en la rivalidad ruso-turca.

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Kersten Knipp.

Todo esto ya no tiene en realidad mucho que ver con Siria. Tiene que ver con juegos de poder impulsados por una falta de escrúpulos sin parangón. Turquía, que al fin y al cabo es miembro de la OTAN, incursiona descaradamente en territorio extranjero. Irán va ganando terreno en Siria, compra tierras, funda empresas y los mulás de Teherán se ponen muy contentos porque, gracias a la ayuda de Dios, pueden amenazar de forma mucho más efectiva a su odiado Israel directamente desde el Golán. Parece casi una broma que precisamente ellos, los maestros de la represión, puedan acusar al Gobierno turco de violar los derechos humanos. ¿Qué otra cosa sino esa sucede a diario en Irán?

Esfuerzos europeos

Siria, escena de una guerra total. Una guerra que ha perdido todo rumbo. Y que no lo encuentra tampoco ahora que el presidente francés, Emmanuel Macron, ha anunciado que enviará a su Ejército si vuelve a haber ataques con gas por parte del régimen de Assad. Para Macron sería también ventajoso presentarse bajo el brillo de su pose humanitaria. Una humanidad, por cierto, que está lejos de ser capaz de contribuir al fin de la guerra. ¿Realmente quiere Macron que los aviones de guerra franceses se enfrenten a los rusos?

Europa no es una potencia militar en Siria. Y Francia tiene razones para pensarse las cosas varias veces antes de dar un paso, después de su debilitadora intervención en Libia y sus catastróficas consecuencias. Si no, Francia corre peligro de caer en una intervención táctica de corto alcance en un terreno frecuentado desde hace tiempo por otros actores. Y cuyas víctimas son todas aquellas personas que tienen la mala suerte de haber nacido en ese lugar del mundo. En este momento, Afrin y Guta Oriental.

El pecado original antiyihadista

Retrospectivamente también habría que decir que no fue inteligente por parte de la alianza internacional contra el Estado Islámico haber emprendido sin legitimación internacional la lucha contra esas milicias terroristas. Ahí cometió el pecado original al que sucedieron muchos otros errores. A partir de ese momento, la alianza no puede decir nada que tenga credibilidad contra otros actores: no se da crédito a los intervencionistas que juzgan a otros intervencionistas.

La guerra también tiene sus leyes, aunque sombrías. Si las pierde, se convierte -como ocurre desde hace tiempo en Siria- en una arbitraria carnicería impulsada por grandes maestros del cinismo que no tienen en perspectiva ningún objetivo. Al menos, ningún objetivo honorable.   

Autor: Kersten Knipp (MS/ERS) 

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