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“Peligrosa desinhibición” en torno al racismo

Christian Wolf (CP/ 7 de junio de 2016

Las declaraciones de miembros del partido alemán AfD reavivan el debate en torno a un aumento del racismo y la discriminación en la sociedad alemana. Una experta advierte sobre el peligro de traspasar los límites.

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Bilgin Ayata, profesora de Sociología Política en la Universidad de Basilea.
Bilgin Ayata, profesora de Sociología Política en la Universidad de Basilea.Imagen: picture-alliance/dpa/K. Schindler

DW: Profesora Ayata, para empezar, ¿qué es el racismo?

Bilgin Ayata: En términos simples, el racismo es parte de una ideología y de una práctica que considerar a los diferentes grupos humanos de forma desigual, ya sea debido a su origen, a su procedencia, a su color de piel, a su orientación sexual o a su religión. Adscribir características negativas a esos grupos, o atribuir un determinado comportamiento social a características biológicas es típico del racismo, así como peyorizar lo ajeno y, al mismo tiempo, resaltar lo propio como positivo e inclusive superior. No es relevante si el acto discriminatorio tiene realmente como fin el racismo o solo lo fomenta. Es decir, no se trata solo de una actitud intencional.

Según esa definición, ¿cuán racista es Alemania?

En realidad, casi siempre se habla de racismo cuando se intenta definir un racismo simplón y biológico. Pero si solo se percibe el racismo cuando un grupo terrorista de extrema derecha hace uso de la violencia, o la percepción se reduce al racismo biológico, se están dejando de ver todas las formas de racismo cotidiano que afectan a millones de personas en Alemania. Por ejemplo, cuando a una persona no se le alquila una vivienda porque tiene un apellido de origen extranjero. Esas formas de discriminación se repiten en todas las áreas de la sociedad.

¿Cree que ha aumentado el racismo en Alemania?

Todavía no contamos con un método para registrar de forma sistemática formas de pensar o discriminación racistas. Tal es así que en las estadísticas policiales no hay un sector destinado a los actos de violencia racista, sino solo la categoría de “criminalidad de derecha por motivos políticos”. También en la investigación se utilizan generalmente conceptos como “xenofobia” o “actitudes de extrema derecha”, pero no “actitudes racistas”. Es decir, que circunscribimos el problema pero no lo nombramos por su nombre.

¿De dónde vienen esos eufemismos y rodeos?

En Alemania se asocia casi siempre el racismo biológico con la época nazi, por lo cual hay un fuerte rechazo hacia el concepto de racismo. En lugar de eso, se usan términos con una carga histórica menor, como “xenofobia” u “odio hacia los extranjeros”. Otro problema es que Alemania nunca se ha enfrentado verdaderamente a su pasado colonial, en el que se construyó una ideología racista. La falta de conciencia acerca del pasado colonial violento es un reflejo de la imposibilidad de enfrentarse al problema en la Alemania de posguerra.

Actualmente se habla mucho sobre racismo en Alemania, sobre todo por las declaraciones de miembros del partido Alternative für Deutschland (AfD). ¿Cómo influyen esas declaraciones en la gente?

Se está dando una peligrosa desinhibición en el debate público. El límite entre lo que se puede decir, y lo que no, se está desplazando a sabiendas. Se dicen cosas que son abiertamente racistas. Pero como, al mismo tiempo, se dicen otras cosas que son aún más extremas, las declaraciones racistas aparecen como normales. Sin embargo, hay que advertir que no se puede reducir el problema del racismo a la existencia del AfD. La clase política y la sociedad son responsables porque han negado el problema durante años. También los medios cargan con la responsabilidad cuando se hacen eco de formulaciones racistas sin someterlas a crítica, o hasta inventan términos racistas, como el de “asesinatos de Döner”, refiriéndose a los homicidios cometidos por la célula terrorista de extrema derecha NSU contra nueve inmigrantes en Alemania entre 2000 y 2006, banalizando los crímenes al denominarlos con el nombre de un plato tradicional de Medio Oriente.

Alexander Gauland, del partido AfD, dijo que los alemanes no quieren tener como vecino a alguien como el jugador de fútbol alemán Jérome Boateng, cuyo padre viene de Ghana.
Alexander Gauland, del partido AfD, dijo que los alemanes no quieren tener como vecino a alguien como el jugador de fútbol alemán Jérome Boateng, cuyo padre viene de Ghana.Imagen: picture-alliance/dpa/R. Hirschberger

La inmigración y los refugiados son los temas preferidos a la hora de hacer campaña política. Y es que estigmatizar a los inmigrantes es una forma de instrumentalizarlos. Por eso no hay que sorprenderse de que hoy en día se digan cosas para las cuales ya se viene preparando el terreno desde hace tiempo.

¿Es posible impedir o frenar el racismo?

Se puede hacer mucho para frenarlo. El problema es solo que hasta ahora no se han hecho verdaderos esfuerzos. El primer paso importante sería desarrollar un debate ofensivo y sincero sobre racismo en este país, tanto en la política, en los medios, en las escuelas, en síntesis, en toda la sociedad. Que la canciller Angela Merkel se pronuncie en contra de declaraciones racistas como las del AfD no es suficiente. A eso deben seguir hechos concretos. La Comisión Antirracismo de la ONU confirmó en mayo de 2015 que Alemania no cumple satisfactoriamente con sus obligaciones respecto del racismo, y que aún hay mucho por hacer. Si bien existe un plan nacional contra el racismo, no se pone lo suficiente en práctica. El racismo no es un problema individual sino estructural. Hay que ocuparse de las instituciones y las estructuras sociales que toleran o ignoran el racismo y la discriminación. Muy importante sería también la creación de un instituto centralizado y financiado con fondos federales para la investigación y la lucha contra el racismo, como también recomendó la Comisión de Investigación de la célula terrorista NSU en el Parlamento.

Bilgin Ayata es profesora de Sociología Política de la Universidad de Basilea, Suiza. Nació en Ulm, Alemania. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Canadá y en la Universidad John Hopkins, de Nueva York.