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Piñera, desbordado por enorme apoyo a una nueva Constitución

Diego Zúñiga
26 de octubre de 2020

El proceso constituyente que inició Chile fue propuesto por la expresidenta y desdeñado por el actual mandatario. El malestar ciudadano pudo haberse evitado si la elite hubiera decidido conocer a sus compatriotas.

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Chile | Referendum zur Verfassungsänderung
Imagen: Rodrigo Garrido/Reuters

Exactamente un año después de que el 10 por ciento de la población de Chile se tomara las calles en una manifestación histórica para exigir cambios profundos a un sistema político deslegitimado, y también a un entramado social que presiona a una mayoría para beneficio de unos pocos, los chilenos se reunieron nuevamente en las veredas y parques, en escuelas y estadios de fútbol, pero esta vez para decidir sobre el fin de la Constitución de 1980 del dictador Augusto Pinochet y escribir juntos el futuro del país que, hasta hace un año, parecía el más estable de la región.

Y a pesar del voto voluntario y la pandemia del coronavirus, que ha dejado casi 14.000 muertos confirmados en la nación sudamericana, resultó ser la votación más masiva en términos porcentuales desde 2012, cuando se acabó la obligatoriedad de participar en las elecciones. El 50,9 por ciento del padrón electoral sufragó, una cifra que puede parecer baja, pero para el contexto en el que se realizó el plebiscito supone un triunfo de convocatoria y legitimidad.

Un gobierno derrotado

Por más que quiera negarlo, el resultado es una derrota para el gobierno y sus ideas. Tres días después de asumir el mando, en marzo de 2018, el entonces ministro del Interior, Andrés Chadwick, que además es primo del presidente Sebastián Piñera, acudió a una reunión de empresarios y dijo que el proceso constituyente iniciado durante el gobierno de Michelle Bachelet no sería continuado, y el dosier de recomendaciones y propuestas presentadas por cientos de cabildos organizados en el país quedó en el olvido. "Hacer una Constitución no es un juego”, dijo Chadwick en esa ocasión. Los empresarios aplaudieron, y la gente común y corriente fue relegada.

El sector que el domingo rechazaba la reforma constitucional es el mismo que antes se opuso a la Ley de Divorcio, a la Ley de Filiación (hasta hace unos años, en Chile había hijos de primera y de segunda categoría), a la Ley de Aborto, a la Reforma Previsional y a la Gratuidad en la Educación, entre muchas otras iniciativas que contaban con mayoritario respaldo ciudadano. También bloqueó el proceso constitucional. La ironía del destino es que este proceso, así como la reforma al sistema de pensiones, fueron dos de los elementos que dieron impulso a las protestas que pusieron en jaque al Gobierno de Piñera en octubre de 2019. Diríamos que de tanto bloquear los avances, puede ocurrir que el aluvión te pase por encima.

El avasallador resultado del domingo, donde el 78,27 por ciento aprobó el cambio constitucional y el 78,99 por ciento apoyó que la nueva Carta Magna sea escrita por una convención constituyente, supone también el primer paso hacia un proceso de legitimación de un sistema político cooptado por caudillajes, familias con numerosos representantes en cargos de relevancia y un creciente distanciamiento de las elites de las necesidades de la ciudadanía.

El 50,9 por ciento del electorado participó del proceso.
El 50,9 por ciento del electorado participó del proceso. Imagen: Claudio Reyes/AFP

Legitimar la Constitución con el voto de la mayoría y acabar con una impuesta en dictadura, bajo la égida militar y con la amenaza latente sobre la seguridad de los ciudadanos, es un paso gigantesco en pos de aumentar la participación en las decisiones que son relevantes para la vida de todos los chilenos. Es, a la vez, la derrota de un sector de la población que, encerrado en su burbuja alejada de la realidad de la mayoría, ahora ve (o debería hacerlo) que se hace necesario, por su propio bien y por el de todo el país, "compartir los privilegios”, como dijera la Primera Dama, Cecilia Morel, con voz compungida en esos días cuando la ciudadanía se tomaba las calles exigiendo igualdad.

Los reductos del "rechazo”

El hecho de que la opción del "rechazo”, que básicamente abogaba por mantener el país tal como está, haya triunfado en las tres comunas más acaudaladas de Santiago, donde vive casi toda la cúpula política, militar y empresarial, no es sino una demostración de que Chile no es un país dividido, como se hizo creer en algún momento de la campaña, sino más bien controlado por un sector que dispone de los recursos para imponer sus criterios. Las otras comunas donde ganó el rechazo son la Antártica Chilena, donde prácticamente solo hay militares, y Colchane, con fuerte presencia de las Fuerzas Armadas y policiales por ser zona fronteriza. En las otras 341 comunas ganó la opción "apruebo”.

La gente sabe que una nueva Constitución no mejorará de la noche a la mañana las pensiones ni la calidad de la educación y la salud. Tampoco sacará del poder a Piñera, que era la exigencia mayoritaria en esas protestas de 2019. Sin embargo, entiende que la única forma de recomponer la relación entre los distintos sectores del país es construyendo entre todos la Ley Fundamental y desde ahí, desde la base, levantar ese Chile con el que sueña cada ciudadano. Se hará dentro de una asamblea paritaria, con igualdad entre hombres y mujeres, todo un logro. Ahora es tarea de los partidos políticos encontrar los nombres idóneos y buscar acuerdos para tan magno desafío.

Hay todavía sectores que deben aprender a vivir esta nueva realidad. Y no se trata solo de los violentistas, sino también de aquellos que se han negado a conocer la realidad que viven sus compatriotas. Tras el plebiscito, una asesora del "rechazo” dijo en la televisión pública que las comunas donde ganó esa opción eran "las más informadas”. El desprecio de los demás como forma de vida pierde espacio, y se abren las puertas para personas como Nancy, vecina del depauperado sector de Lo Hermida, que se viralizó en las redes sociales con un video donde le preguntan qué espera del plebiscito: "Espero un país mejor para ti, para mis vecinos, aunque quizás yo no vea ningún cambio; quiero lo mejor para las futuras generaciones”.