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La demanda de avellanas deja un mal sabor en Italia

Megan Iacobini de Fazio
17 de noviembre de 2020

En la provincia italiana de Viterbo, las plantaciones de avellanas han sustituido al tradicional mosaico de cultivos y flores silvestres. Los ecologistas están cada vez más preocupados por la expansión del monocultivo.

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Avellanas en la mano de un granjero local en Italia.
Imagen: Valerio Muscella

A medida que se despeja la neblina matutina para revelar las torres del Castillo de San Quirico, una localidad italiana de la provincia de Siena, la naturaleza que rodea las tradicionales casas de piedra cobra vida. Los pájaros carpinteros gorjean y las ranas arborícolas de color verde brillante croan entre cipreses y hayas.

Pero si uno se adentra entre los jóvenes campos de plantaciones de avellanas, de repente se hace el silencio. Pájaros e insectos han sido expulsados por el monocultivo. Filas aparentemente interminables de arbolitos caracterizan ahora a la meseta de la Alfina, un exuberante paisaje a unos pocos cientos de metros sobre el nivel del mar. Hasta hace poco, gran parte de esta zona estaba compuesta por campos de flores silvestres y un mosaico de cultivos diversos.

Larga tradición en el cultivo de avellanas

"Hace tan solo seis o siete años, este lugar tenía un aspecto completamente diferente”, recuerda Gabriele Antoniella, investigador y activista del Comitato Quattro Strade, una organización para la conservación de la naturaleza en la Alfina. Antoniella estima que hay alrededor de 300 hectáreas de plantaciones nuevas en la zona, en su mayoría propiedad de unos pocos grandes inversores.

La meseta de la Alfina está situada en el norte de Tuscia, una región histórica, que hoy forma parte de la provincia de Viterbo y que es el corazón de la producción italiana de avellanas. Alrededor del 43 por ciento de la superficie agrícola de Viterbo se utiliza para el cultivo de avellanas. Una gran parte se destina a la industria de la confitería para su uso en productos como el turrón y el chocolate.

Civita di Bagnoregio, un castillo en una colina en la provincia de Viterbo, Italia.
Según los ecologistas locales, cuando crezcan los arbolitos, también se emsobrecerán las vistas.Imagen: Valerio Muscella

 

Los frutos secos se han cultivado durante miles de años en la parte meridional de Tuscia y han sostenido en gran medida su economía desde que se disparara su producción en la década de 1960. Pero la intensificación de las prácticas de monocultivo y su expansión a nuevas zonas como la meseta de la Alfina es una preocupación creciente para los ecologistas.

Impacto del monocultivo en el agua, el suelo y el aire

Diversos cultivos han sido sustituidos por plantaciones de avellanas y se han eliminado los setos para reducir al mínimo la presencia de insectos. Las nueces se recogen después de haber caído y por ello el suelo bajo los árboles se mantiene completamente libre de vegetación.

"La avellana es una importante fuente de ingresos para la región, pero se cultiva de manera insostenible”, critica Famiano Cruciarelli, presidente del Biodistretto della Via Amerina e delle Forre, una organización ambientalista del sur de Tuscia. "El monocultivo de avellanas ha contaminado el agua, el suelo e incluso el aire de la provincia”, añade.

Según Cruciarelli, el uso de fertilizantes y pesticidas químicos priva al suelo de humedad y nutrientes, lo que a su vez provoca la erosión de la tierra en algunos lugares. Asimismo, durante la temporada de cosecha, la maquinaría pesada levanta nubes de polvo en el aire. "Ese polvo está lleno de productos químicos, lo que supone un gran riesgo para la salud de la población”, explica.

Uno de los ejemplos más evidentes de la degradación del medioambiente en Tuscia es el del lago de Vico, un lago volcánico rodeado por plantaciones de avellanas de décadas de antigüedad.

"Durante el cultivo intensivo de avellanas, se han empleado grandes cantidades de fertilizantes, que finalmente han ido a parar al lago”, explica Giuseppe Nascetti, profesor de la Universidad de Tuscia, que lleva más de 25 años estudiando el lago. Esto ha dado lugar a la proliferación de algas rojas, que producen sustancias químicas cancerígenas perjudiciales para la salud ambiental y pública.

Famiano Crucianelli posa para un retrato en su pequeña granja orgánica en Gallese, Provincia de Viterbo.
Según Famiano Crucianelli, los monocultivos han aumentado la aridez del suelo.Imagen: Valerio Muscella

 

Expansión de la industria

Si bien la transformación hacia el monocultivo de avellanas ha estado en marcha desde hace décadas, los ecologistas creen que la creciente demanda de avellanas por parte de las grandes empresas e inversores ha contribuido de manera significativa a este cambio.

El productos italiano de dulces Grupo Ferrero, conocido por su crema de cacao y avellana Nutella, no posee ni dirige ninguna plantación en la región, pero es uno de los mayores consumidores de avellanas cultivadas en Tuscia.

En 2018, la compañía lanzó su plan Progetto Nocciola Italia, que tiene como objetivo aumentar las plantaciones de avellana en toda Italia en 20.000 hectáreas más de aquí a 2026, en cooperación con asociaciones de agricultores. En el Lacio, región que incluye la meseta de la Alfina, la empresa también está trabajando con agricultores locales a través de una asociación agrícola para preparar 500 hectáreas para el cultivo en un período de cinco años. Según cifras de Ferrero, 17.708 hectáreas se dedican actualmente al cultivo de avellanas en Viterbo, y 80.000 en toda Italia. 

Un portavoz de Ferrero describe que parte de su objetivo es integrar los avellanos con los cultivos existentes y afirma que la producción orgánica no es una obligación ni una prohibición.

Además, añade que la empresa está colaborando con investigadores, entre ellos de la Universidad de Tuscia, para "comprender mejor su impacto ambiental y mejorar la sostenibilidad del cultivo de avellanas”.

Un montón de leche, chocolate negro y blanco.
Una gran cantidad de las avellanas cultivadas en la región terminan en barritas de chocolate.Imagen: picture-alliance/imageBROKER/A. Wittwer

Alternativas sostenibles y orgánicas

Sin embargo, como descubrió el agricultor local Anselmo Filesi, la elección de una alternativa sostenible no está exenta de desafíos.

En 2002, preocupado por los impactos ambientales y en la salud pública derivados del empleo de plaguicidas, Filesi convirtió su plantación de avellanas de 20 hectáreas en el sur de Tuscia a métodos orgánicos.

Pero el cambio a la agricultura orgánica tuvo un coste. Filesi admite que no pudo seguir vendiendo sus productos a los grandes compradores. La mayoría de las multinacionales de la confitería exigen avellanas casi perfectas. No quieren avellanas ligeramente arrugadas o amargas por culpa del chinche, una plaga común.

"Si las avellanas no son perfectas, el mercado no las acepta. Pero esta perfección es muy difícil de conseguir con métodos orgánicos”, explica Filesi.

Filesi descascara, tuesta y envasa sus propios productos antes de venderlos directamente a las tiendas y supermercados locales. Pero afirma que cambiar a la agricultura orgánica es más difícil para los agricultores con mayor volumen de negocios, aquellos que venden frutos secos preprocesados a granel, ya que temen perder sus principales ventas.

La Meseta de la Alfina, Provincia de Viterbo en Italia.
La meseta de la Alfina se encuentra en tres regiones, incluyendo Viterbo, el corazón de la industria italiana de la avellana. Imagen: Valerio Muscella

La prisa por invertir en plantaciones de avellanas en la zona también está aumentando los precios de la tierra, según Filesi, lo que hace más difícil para los pequeños agricultores como él comprar o alquilar tierras y hacer crecer su negocio.

Además, el creciente interés de Ferrero en la región está aumentado los precios de la tierra, según Filesi, lo que dificulta que los pequeños agricultores como él compren o arrienden tierras. 

"Convertir todas las plantaciones de avellanas en plantaciones orgánicas podría ser una forma de avanzar, pero no hay ningún incentivo para hacerlo”, explica el profesor Nascetti, señalando la falta de compromiso de las grandes empresas para pagar un precio razonable por los productos orgánicos. "Hasta que no se anteponga la sostenibilidad a los beneficios, es poco probable que esto suceda”, lamenta.

"La gente no se imagina que detrás de un frasco de avellanas hay una catástrofe económica ambiental y social”, lamenta Antoniella. Él y sus compañeros del Comitato Quattro Strade quieren que los locales desarrollen una nueva relación con su tierra. Los activistas convocan protestas contra la agricultura intensiva y alientan a los pequeños agricultores a recurrir a la agricultura orgánica en lugar de vender sus tierras a los grandes.

"No estamos en contra de las avellanas, sino en contra de los métodos agroindustriales que no respetan nuestra tierra”, subraya Antoniella. "Queremos demostrar que hay otro camino, que la agricultura puede basarse en el respeto al medioambiente”.

Antoniella mira las interminables filas de árboles jóvenes. Cuando los avellanos crezcan, la impresionante vista del castillo de San Quirico, situado en una colina al fondo, quedará probablemente ensombrecida. "El paisaje cambiará para siempre”, concluye.

(ar/few)