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Santiago de Chile se abre a las costumbres mapuches

Judit Alonso
29 de octubre de 2017

El área metropolitana de Santiago de Chile tiene cerca de una veintena de rukas. Un libro recopila la historia y costumbres de estos lugares que forman parte del paisaje urbano de los alrededores de la capital chilena.

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Chile indigenes Volk der Mapuche
Imagen: Rosario Carmona

Una invitación a una 'nguillatun' (ceremonia mapuche) en la comuna de Pintana de Santiago hace cinco años, fue el punto de partida que llevó a Rosario Carmona, entonces estudiante de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano de Santiago a adentrarse al desconocido mundo ancestral de los mapuches en la capital. La 'nguillatun' es un evento que se lleva a cabo entre una o dos veces al año, según la comunidad, y que pretende “agradecer y celebrar todo lo que la tierra y vida les ha entregado y pedir que el año que viene sea próspero y bienestar para las personas y familias”, explicó Carmona. Presidida por una autoridad ancestral (machi), esta ceremonia “fortalece los lazos de la comunidad”, añadió. Las hojas de canelo (el árbol sagrado de los mapuches) y el ritmo del kultrún (tambor mapuche) son los protagonistas de esta jornada donde “se para, se comparte comida, se baila y fluyen las ofrendas”, recordó la antropologa.

Una experiencia “muy potente” que al vivirla en un entorno urbano acentuó “la sensación de estar en otro lugar” y la marcó a ”conocer más y valorizar más el esfuerzo de estas personas en un contexto de adversidad”. Igualmente, le planteó una serie de dudas sobre la gestión y existencia de las rukas viviendas (la construcción más importante dentro de la arquitectura mapuche) de carácter prehispánico y ancestral en la ciudad. “¿Cuántas existen en la región?, ¿Cómo han sido construidas?”, se preguntó antes de lanzarse a la búsqueda de otros lugares parecidos.

Chile indigenes Volk der Mapuche
El libro de Carmona recoge a cerca una veintena de rukas, pero se siguen contruyendo. Imagen: Rosario Carmona

De este modo, la investigación, que se llevó a cabo desde finales de 2012 a finales de 2015, pretende “poner en valor estas rukas a través de las voces de sus actores”. Así, hasta 2015, se contabilizaron 18 espacios ceremoniales con entre una y cuatro rukas, distribuidas entre autopistas, viviendas sociales, parques, universidades, jardines y centros de salud en las comunas de La Florida, La Pintana y Padre Hurtado, entre otras, que se recopilan en la obra 'Rukas mapuche en la ciudad', junto a los relatos de sus usuarios, traducidos al idioma mapuche.

El libro, que ha contado con el apoyo económico del Fondo Nacional de Fomento del Libro y Lectura para su impresión, se publicó el pasado mes de abril. De los 500 ejemplares existentes, que se han distribuido entre las organizaciones mapuches participantes y universidades chilenas, uno se encuentra en la universidad de Bonn (Alemania), ciudad en la que la antropologa reside desde el pasado año para llevar a cabo su tesis doctoral.

Chile indigenes Volk der Mapuche
La participación en una 'nguillatun' fue el punto de inicio de la investigación de Carmona. Imagen: Rosario Carmona

Nostalgia del sur

Carmona recordó que la promulgación del Decreto de Ley 2.568 de 1979 sobre la división de las tierras indígenas y la liquidación de las comunidades, hizo que “muchos mapuche llegasen a vivir a los sectores periféricos de la ciudad durante la década de 1980”. Así actualmente, fruto de este proceso de migración del campo a la ciudad, que aumenta durante la dictadura, “la Región Metropolitana acoge a uno de los grupos más grandes de mapuche con dos y tres generaciones nacidas en la ciudad”.

Situadas en las comunas periféricas de Santiago, las rukas empezaron a construirse, lo más parecidas al lugar de origen, en los años 90 y 2000 debido a la nostalgia de las costumbres del sur y el 'vinculo' necesario de los habitantes de la capital con la zona estableciéndose “un puente directo”. “Hay mucha comunicación, están muy preocupados en visibilizar lo del sur”, aseguró. Asimismo, a ello se le añade la necesidad de compartir su cultura “para demostrar que los prejuicios que se les han achacado no son ciertos y aportar mucho a la sociedad con sus prácticas culturales”, subrayó.

Carmona, que se involucró en la vida de las comunidades, se concentró en las rukas que se utilizan para la reunión de asociaciones y que “cumplen un papel primordial en la congregación de los integrantes de las organizaciones y familias mapuche en Santiago”. Abiertas a personas de otros pueblos indígenas, a chilenos y extranjeros, estas rukas realizan actividades muy variadas que visibilizan la cultura e historia del pueblo mapuche como conciertos, comidas, charlas sobre temas diversos como el Convenio 169 de la OIT o el VIH en la comunidad mapuche y programas de salud. “Ha acercado mucho la población chilena a la cultura mapuche”, consideró la antropóloga.

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Las rukas han comportado la transformación del entorno urbano de la capital chilena.Imagen: Rosario Carmona

Un toque intercultural a la ciudad

Además de la transformación del entorno urbano, también ha provocado la de la sociedad. “Santiago se ha ido abriendo cada vez más al tema indígena y considera que las personas mapuches viven una cultura que está viva que se modifica, se reproduce y que aporta y enriquece a la sociedad”, aseguró.

Otra consecuencia ha sido la introducción de programas específicos sobre esta cuestión que se han instalado en las agendas locales y han modificado políticas. “Más allá de la perspectiva cultural y social también está la demanda de derechos y recursos que se ha hecho en paralelo”, explicó Carmona. Y es que en diversas ocasiones la gestión de una ruka ha sido el punto de partida para la creación de una oficina de asuntos indígenas en el municipio, o la puerta de acceso para convertirse en funcionarios municipales o como candidatos a las elecciones de concejales.

A pesar de ello, Carmona aseguró que “falta mucho para avanzar” ya que “no hay nada que les asegure que el lugar y los espacios les pertenecen” y los logros conseguidos son “precarios” pues por motivos de recortes presupuestario pueden ser objeto de reducciones de personal o de supresión de oficinas de asuntos indígenas. Igualmente tienen que hacer frente a “altos niveles de marginación y discriminación”, así como “luchar con las estructuras racistas de las instituciones chilenas”, lamentó.

Autora: Judit Alonso (DZC)