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Venezolanos explotados en el norte de Brasil

Yan Boechat
30 de agosto de 2018

En su desesperación, inmigrantes aceptan trabajos con salarios ínfimos y largas jornadas. Algunos viven una situación parecida a la esclavitud. “Sé que estoy siendo explotado, pero qué puedo hacer”, dice un venezolano.

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Brasilien - Venezolaner in Roraima
Imagen: DW/Y. Boechat

Cuando Juan García* vio por primera vez lo que sería su morada en territorio brasileño, pensó en el niño Jesús en el pesebre. No es que este venezolano, de 35 años de edad, sea un hombre muy religioso. Pero los animales que vio en el lugar que le ofrecía como casa su nuevo empleador, le hicieron recordar la imagen bíblica. “Mirando ese caballo, los insectos, la suciedad, me dije: 'Es eso, estoy renaciendo, como Jesús, en un pesebre'”, cuenta.

Juan había pasado un mes en las calles de la pequeña ciudad de Pacaraima, en la frontera de Brasil con Venezuela, durmiendo en una plaza y sin dinero para comer dos veces al día. Trabajando en una granja que produce legumbres y hortalizas en las afueras de Pacaraima, seis días a la semana, gana 300 reales mensuales (poco más de 95 dólares). “Ahora, pasada la alegría de tener comida, un techo y la perspectiva de contar con algún dinero para enviar a mi familia, me doy cuenta de cómo se están aprovechando de mí”, dice. “Pero, en este momento, no tengo otra opción y estoy mucho mejor que la mayor parte de los venezolanos que están aquí”.

La casa en que vive Juan no tiene puertas ni ventanas. En la práctica es un pequeño establo, hecho de troncos de árboles, donde antes de su llegada vivía un caballo. “Hace frío por las noches y el pobre caballo se abrigaba aquí donde estoy viviendo, pero es demasiado pequeño y no había espacio para los dos”, cuenta.

“Trabajo esclavo”

También otros venezolanos trabajan en este lugar. Algunos en condiciones mejores; otros, en peores. Todos ganan 300 reales al mes, con excepción del capataz, que recibe 600. Todos reciben tres comidas al día. Generalmente hay de almuerzo arroz o macarrones con salchichas.

Como Juan, centenares de venezolanos que están llegando a Brasil son víctimas de brasileños que aprovechan la situación de vulnerabilidad de los inmigrantes para explotarlos. Muchos han sido contratados con salarios muy por debajo del mínimo. A lo largo del año, decenas de venezolanos que trabajaban en condiciones análogas a la esclavitud fueron rescatados por las autoridades brasileñas.

“El problema ha crecido de forma acelerada; este año las denuncias aumentaron un 100 por ciento en comparación con 2017”, dice la procuradora del Ministerio Público Federal del Trabajo en Boa Vista, Safira de Araújo Campo. “Estamos encontrando de todo: trabajo esclavo, explotación infantil, explotación sexual”, dice. “Los brasileños se está aprovechando de la desesperación con que esas personas llegan acá para explotarlas”.

Comercio y empleo irregular

Los casos no ocurren solo en las áreas rurales del estado de Roraima. En Pacaraima es difícil encontrar algún comercio que no tenga venezolanos trabajando de manera irregular. Samuel Frías*, un joven de 17 años, trabaja de domingo a domingo en un mercado que vende alimentos básicos. “Gano 15 reales por día y como el mercado está abierto todos los días, trabajo todo lo que puedo para ganar más dinero y enviar algo a mi madre y mis hermanos menores”, relata.

Venezolaner ruhen sich auf einer Straße aus, während sie am nächsten Tag darauf warten, ihre Pässe bei der Grenzkontrolle von Pacaraima zu zeigen
Venezolanos duermen en una calle, a la espera de presentar sus pasaportes en el control fronterizo de Paracaima.Imagen: Reuters/N.Doce

Samuel llegó a Pacaraima en mayo. Como la mayor parte de los trabajadores irregulares, recibe café por la mañana y almuerzo en el trabajo. Comparte vivienda con otros venezolanos en la misma situación. “Sabemos que estamos siendo explotados, pero ¿qué voy a hacer? ¿Volver a la calle? Ni pensarlo. Así está bien”, afirma.

El salario medio de los venezolanos en el comercio de Roraima varía entre 300 y 600 reales, dependiendo del tiempo de trabajo y la generosidad del patrón. Luciano Márquez* comenzó recibiendo 50 reales por semana, pero dice que gracias a su empeño y fidelidad al patrón, le aumentaron el salario a 150 reales semanales.

Sentimientos contradictorio

El presidente de la Asociación del Comerco de Pacaraima, Cleber Soares, reconoce que hay irregularidades en el comercio local, pero minimiza el asunto. “En la mayor parte de los casos, son personas que quieren ayudar”, dice. “Lo que ocurre es que no todos tienen capacidad para asumir los costos laborales, es muy difícil emplear a alguien en Brasil”, afirma Soares, que colabora en la campaña del candidato presidencial Jair Bolsonaro.

Juan García, el venezolano que trabaja ahora cultivando hortalizas seis días por semana, tiene sentimientos contradictorios con respecto a los inspectores del trabajo. “A veces me gustaría que las personas que nos explotan fueran sancionadas, pero entonces me acuerdo de cuando vivía en la calle y no tenía qué comer, y comienzo a rogar que no aparezcan por acá”. Cuenta que todas las noches se duerme con la esperanza de despertar en su cama, con su mujer y sus hijos, y dice: “Siempre que despierto y me veo en este establo de nuevo, me pregunto cuándo va a acabar esta pesadilla. Pienso que es una prueba que nos pone Dios a los venezolanos. Algún sentido tendrá que tener todo esto”.

Por Yan Boechat, enviado a Pacaraima. (ERS/CP)

*Los nombres fueron alterados para resguardar las identidades de los emigrantes venezolanos.

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