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El referéndum de Damocles

Emilia Rojas20 de abril de 2004

Tony Blair anunció ante la Cámara de los Comunes su intención de someter a referéndum la aprobación de la futura Constitución Europea, para satisfacción de la oposición conservadora e inquietud de los europeos.

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Blair da por iniciado el combate entre euroescépticos y europeístas.Imagen: AP

Los referendos pueden ser un arma de doble filo. Por ejemplo, pueden servir de válvula de escape, convirtiéndose en ocasión para emitir votos de castigo contra el gobierno, independientemente de la materia sometida al veredicto de la población. O pueden, simplemente, echar por tierra proyectos cruciales pero impopulares. Por eso, la decisión del primer ministro británico, Tony Blair, de convocar una consulta popular sobre la futura Constitución de la Unión Europea, provoca inquietud. En Alemania, el gobierno no se ha pronunciado sobre la noticia, pero el portavoz de asuntos europeos de la oposición, Peter Hintze, consideró que el mandatario británico "ha colocado un considerable obstáculo en el camino hacia la integración europea".

Otro sobresalto en la UE

Justo en los momentos en que la UE recobraba las esperanzas de lograr un acuerdo en torno al proyecto constitucional, tras superarse el bloqueo español gracias al cambio de gobierno en Madrid, vuelve a surgir un escollo. Motivos de preocupación hay de sobra: los últimos sondeos de opinión indican que, en estos momentos, el 53% de los británicos votaría contra la Constitución europea. Los clásicos argumentos de los euroescépticos, que se oponen a la cesión de porciones de soberanía nacional, siguen encontrando terreno fértil en parte importante de la población insular.

Por este motivo, hay quienes intentan ponerse el parche antes de la herida de un eventual triunfo del "No" británico a la Carta Fundamental, y proponen que el país que no la apruebe quede al margen de la UE. Lo esencial es, a su juicio, evitar que todo el proceso se detenga por causa de uno de los socios. O de varios -habría que decir- puesto que también otros países, como Dinamarca, Irlanda y Luxemburgo, se disponen a someter el asunto a la decisión del electorado. Y sabido es que, al menos en los dos primeros, no siempre se ha impuesto fácilmente el europeísmo.

Apuesta arriesgada

En el caso británico, el tema enciende desde hace décadas las emociones. Tony Blair argumenta que es necesaria una definición de fondo y está dispuesto a medir fuerzas con los euroescépticos: "es hora de decidir, de una vez por todas, si Gran Bretaña está en el centro y el corazón de la toma de decisiones o no", indicó el primer ministro, dando por iniciado el combate.

Lo que muchos se preguntan es por qué el gobernante londinense ha cambiado tan radicalmente de parecer, teniendo en cuenta que hasta hace poco se negaba a convocar el referéndum que exigía la oposición conservadora. Algunos estiman que necesitaba desesperadamente un tema con el que desviar la atención pública del debate sobre la guerra contra Irak y su dudosa justificación, que tan caro le ha costado en términos de popularidad. Tony Blair apuesta alto: o consigue recobrar su imagen de líder carismático, o corre el riesgo de que este referéndum termine de hundirlo políticamente.